ORÁCULO DE AMANTES DE ELISABETH LUNA DÁVILA

AUTORA: Elisabeth Luna Dávila

PRÓLOGO: Gladys Abilar

Es un placer presentar a Elisabeth Luna Dávila, (Marilis) una escritora acreditada en el ámbito de la poesía, que tuvo la deferencia de elegirme para acompañarla en esta ocasión. Acepté gustosa no solo por tratarse de un bello libro sino porque nos une una gran amistad, y esa amistad me permite conocer a la persona en su totalidad.

El acto de escribir es un enigma y ese preciso acto nos conduce hacia la escencia de las cosas. Muchas veces hay que acudir a la metáfora y al símbolo  porque las palabras lineales son necesarias pero no siempre suficientes. En este libro se ha apelado a dichos recursos con eficiencia y moderación.

Una vez que hemos comenzado a transitar por el campo mágico de la literatura ya no deseamos salir de él, aún cuando su permanencia nos cobre el precio vil del aislamiento interior, que conlleva a la soledad. Porque el acto de escribir demanda una absoluta soledad.

Entre la palabra y el silencio existe un puente sutil que advierte sobre la fragilidad a todo aquel que procure atravesarlo.

La autora de Oráculo de amantes ha sabido internarse en la propia mismidad para luego, como rayos que van hacia todas partes y ninguna, expandirse en tenues devaneos, o intrincados laberintos que anidan el pensamiento.

No es sencillo para un poeta navegar las zonas oscuras habitadas de nocturnidades y extraer de allí la luz que mejor alumbre, el aroma que mejor huela, el sonido que mejor responda, el ritmo que mejor  convenga. Y más difícil aún, condensarlo en una unidad que contenga un mensaje.

Por momentos la autora riñe con la palabra, intenta domarla, exprimir su jugo, extraer el néctar sagrado hasta lograr parir una idea. Luego se reconcilia con ella y nos confiesa que hay belleza en el dolor y que el amor también duele. Con el arte de la sutileza y la dulzura que le son propias logra un trabajo de gran identidad titulado: Intento: “Hazme el corazón. Toma este trozo de vida que te nombra, moldea mis latidos”.

La poeta se presenta ante nosotros despojada de pruritos a veces, y otras pudorosa, y su voz se desliza en los poemas desgranándolos. Paso a paso nos dibuja un pensamiento, un estado de ánimo, un suceso, un sentir. Lenta y paulatinamente nos paseará por esa delgada línea donde reinan la ficción de una sombra, la verdad de una herida o el precio de la felicidad.

Sus poesías se precipitan como fina garúa, fluyen como fresca brisa, nos cubren, nos abrazan, nos impregnan.

Develar al poeta a través de sus versos es una tarea exquisita que nos enriquece el alma; navegar sus mares donde el tronco se hace cuerpo, la corteza piel y el perfume presencia.

El pensamiento de Marilis se desgrana como racimo de uva en sazón para luego condensarse en versos habitados de gemas preciosas.

También nos habla del tiempo y su despotismo, del tiempo y sus mandatos, el tiempo y su sentencia.

Hay en su peregrinar entre luces y sombras, entre certezas y dudas, entre pétalos y espinas una ferviente voluntad de renacer, de exiliar el miedo, de abrir las puertas a la vida: nos dice en “Deseo: ¡Vida! te abro las puertas para que me florezcas”.

Un idilio permanente con el lenguaje; la amable y tierna esclavitud de la palabra; el habitar la vida y evadirse de ella para luego volver, superar escollos y reconciliarse mediante la ayuda de la poesía, se hacen posible porque Marilis asume “el riesgo de vivir, la más peligrosa y fantástica aventura”, diría María Zambrano (filósofa, ensayista española).

Una dulce herida hilvana los poemas, mientras se mantiene latente la firme vocación de amar. La poesía es el espejo de su alma, de sus penas, sus alegrías, sus vaivenes, su deambular, su diario morir y renacer.

Sangra el poema cuando dice con gran acierto: “Ahora que soy sola/se angosta la puerta…”.

Oráculo de amantes también nos habla de remembranzas, escenas de un pasado feliz, añorado, ya extinguido en el tiempo cronológico pero presente y vivo en el cuenco de sus recuerdos. La nostalgia es fuente de energía, vitalidad y pulso. Es como recogerse en el vientre materno y reconocerse en sus progenitores por quienes Marilis multiplica su capacidad de amar, admirar y reivindicar.

La profundidad y catadura de muchos poemas nos dice que Luna Dávila también conoce “la enfermedad del infinito”, como dice haberla padecido nuestro apreciado poeta riojano Arturo Marasso.

La autora demuestra una especial sensibilidad con los gestos de la vida que se manifiestan en la naturaleza. Se conmueve y versa con el murmullo del viento, la caricia de una brisa, el guiño de un rayo de sol, el deslizarse de un pétalo de rosa, los silencios de la soledad (atinada expresión), el horizonte y sus matices, el suspiro otoñal, el trino iracundo de un jilguero, el trueno, la lluvia y siempre, siempre la soledad. La soledad te nombra Marilis. Aceptando el desafío hacia ella va dispuesta a completarla con su fuente de vida y el caudal de su amor.

Luna Dávila libra una pulseada con el dolor, lo desafía, lo asume, lo enfrenta y conoce el camino para salirse de él. Lo demuestra con su forma de ser, de transitar la vida sin sombras, sin titubeos, sin culpas. La dignidad es su espada y la esperanza su respuesta.

No podemos concebir a la poeta sin aludir el otro lado artístico que la complementa, el canto, porque toda ella es la viva expresión de la belleza hecha poesía y música.

Si su voz es como un dulce gorjeo, sus poemas son pura melodía. Es justo nombrar su don de gente, su bonhomía, su capacidad solidaria, el culto que hace de la amistad, su inteligencia y equilibrio emocional, los que en su conjunto elevan la gracia y el encanto de su persona.

Por todo lo dicho, les recomiendo leer Oráculo de amantes.