LO QUE NO PUDO SER.

Lo que no pudo ser. Cuentos

AUTORA: Gladys Abilar

OPINIÓN: Graciela Bucci

Lo que no pudo ser se nos anuncia, inquietante y seductor, desde la portada misma que muestra una imagen tomada de un cuadro al  óleo de Silvina Plaza Abilar, un impecable prólogo de Antonio Requeni, en la contratapa un breve y meduloso comentario de la poeta riojana Lucía Carmona, la dedicatoria, a la familia, amigos y maestros, y precediéndola, una frase de la autora que ya nos alerta sobre su trabajada interioridad y su indudable postura identitaria.

Todo lo anteriormente mencionado, conforma el paratexto de la obra que es el primer contacto del lector con el material impreso, en este caso a cargo de enigma Editores en una muy cuidada edición.

En el cuento Instinto, que inaugura la serie, la primera persona de un narrador presencial nos acerca, con sutil erotismo, a lo más auténtico y bello que se pone de manifiesto en el juego erótico del apareamiento animal, con una precisa ubicación témporo-espacial. Gladys merodea con agudeza en una descripción minuciosa,  necesaria, con tonos contrastantes, para crear así el clima que el cuento reclama. Sabe que el espacio narrativo o los objetos que lo forman, deben tener funcionalidad y capacidad para generar atmósferas; en este caso estamos ante un cuento hiperrealista en el que todo es  abrazado por una sensación de verosimilitud. Aquí el espacio apoya a la acción y tiene un sentido predominantemente visual. El objeto está tomado desde un punto de vista mucho más poético que la mera referencialidad.

Con depurado uso del lenguaje nos acercamos al cuento La cama en el que subrayamos la personificación tejida con seductor lenguaje; en Lo que no pudo ser, cuento que presta su  nombre al libro, se presenta la historia de la frustración ante un amor inviable; en Imperiosa agonía nos sacude la fuerza de la autodeterminación y el amor materno, el acertado uso del lenguaje tiene la virtud de fortalecer el alcance semántico de la palabra. La autora sabe que Literatura es sugerencia y la sugerencia es clave de lo literario en el cuento.

En Requiem para Aniceto Rivero, cuento al que nos referimos en forma especial, Gladys emplea con maestría, imágenes metafóricas, comparaciones que actúan por sugerencia, Borges diría que el mundo es un laberinto a descifrar; con esta incertidumbre se encuentra el lector ante este y otros textos, será, entonces, el encargado de descifrar. Todo el juego literario suele basarse en estas composiciones paradojales, siempre lo ajeno unido a lo conocido; se trata, entonces, de una forma de decir alejada del lenguaje cotidiano sin cortar su fluidez. Abilar lo sabe y emplea la metáfora y la comparación con la maestría de quien conoce su oficio. A modo de ejemplo rescato dos metáforas del cuento aludido :

“[…] los troncos se hincaban por el peso del tiempo como pidiendo clemencia[…]” (160). En otro párrafo: “[…] el hombre del andén emprendió la subida de una calle que se ofrecía sedienta de peregrino[…]” (160).  En el texto interactúan elementos necesarios de la narrativa: la fatalidad que lleva a la muerte, el amor prohibido, la traición y la culpa, la redención y el vaticinio.

Gladys Abilar logra la unidad narrativa, una especie de Logos que rescata la multiplicidad en el relato; nos da siempre la sensación de que el arte transfigura el caos y lo convierte en orden; y es en parte así, y en parte lo contrario. El orden formal de esta estructura    está cuidado con precisión matemática.

El mundo ficticio es la suma de las acciones, los personajes, los objetos, los detalles los lugares y los tiempos, y, ante todo, de las leyes que rigen las relaciones entre los elementos citados.

Con una historia categórica y notable manejo de la lingüística, el estilo y la insinuación, Requiem para Aniceto Rivero se constituye en un texto que reúne las pautas de la técnica narrativa y que recomendamos como de indispensable lectura.

En La espera, nos sobrecoge la angustia devenida fatalismo con un pulcro texto cuyo desenlace es imprevisto. Otro de los cuentos, La víctima está trabajado desde  un narrador omnisciente; la autora da vida a un personaje imprescindible en la trama: el linyera. Con metamensajes que nos mantienen en estado de alerta, reivindica la figura de un hombre que por lo general inspira desconfianza, temor, el prejuicio que rodea a los marginales; también acá hay una fuerte apuesta estética y social.

En La Rosaura nos acerca a un registro del personaje en el que intervienen factores culturales, y témporo espaciales propios del hablante; las situaciones adquieren rasgos inesperados, la coherencia del tiempo o de la casualidad pueden alterarse apuntando así a lo paradójico y lo absurdo y a ciertos ramalazos de humor.

 

Todo el corpus de la obra revela que estamos ante un espíritu creativo que reconstruye lo que somos: un entrecruzamiento de realidades, un cúmulo de tiempos, una imperiosa indagación de constantes desprendimientos.

Tal vez la realidad se troque en figuración para permitir un traslado armónico por zonas vitales del intelecto; es decir, la perspectiva de la certidumbre y la seducción de la fantasía, la crudeza de lo real versus el bálsamo de lo ilusorio. En resumen, el cuento, género que Gladys domina y ama, es el territorio del solaz a merced de la reflexión. Nuestra amiga sabe que todo lo que puede ser delimitado y, por lo tanto amenaza desde el borde de lo tangible y hasta de lo inevitable, está contenido en la elocuencia de la distensión. Se conjugan Literatura con sentido, signo con mensaje, desconsuelo con quimera.

Desde cada título se intuye el carácter de una escritora cuya mirada no se detiene en el simple devenir sino que se bucea y remedia, consolida y reta, dice y no dice, sugiere y advierte. Tarea nada fácil por cierto que entraña quiebra y reparación a la vez, y define personajes verosímiles, evidentes.

Y así podríamos seguir desmenuzando los 18 cuentos que integran el corpus del libro – por razones de tiempo es imposible- sin fatigarnos, con la seguridad de una relectura placentera, permitirnos descubrir textos más allá de lo leído, la revelación de otro paraíso, las memorias de la inmortalidad.

Las palabras son génesis, nuestra autora las atrapa y nos revela  que la belleza es posible, siempre.

 

Muchas gracias Gladys por confiarme el análisis de tu magnífico libro.