LO QUE NO PUDO SER.

Lo que no pudo ser. Cuentos

AUTORA: Gladys Abilar

OPINIÓN: Osvaldo Rossi

Enigma Editores – Buenos Aires, 2019.


La muerte del cuento tradicional ha sido anunciada en repetidas ocasiones. La
industria editorial comenzó a restarle apoyo en algún momento no muy claramente
identificable, y las consecuencias se manifestaron en este siglo, en el que el género sufrió
varios cambios dando origen a formas más breves de narración (en un intento por
responder a la velocidad de lectura impuesta porla actualidad). Pero el cuento tradicional
no solo se niega a resignar su sitio, sino que está volviendo a dar testimonio de un vigor
renovado, como lo demuestran algunas reimpresiones recientes y también nuevos libros
que aparecen, entre los que se encuentra este que presentamos hoy: “Lo que no pudo ser”
de Gladys Abilar.
Presentar una obra (o prologarla) reclama establecer una relación de intimidad con
ella. Una relación en la que el presentador (o el prologuista) se ofrece para ser depositario
de las confesiones de esa obra.
La pregunta es: ¿qué nos confiesa este conjunto de narraciones? Pues que la vida
está atravesada por circunstancias de “lo que no pudo [y no puede] ser”. El título del
libro, tomado de uno de los cuentos que lo integran, es en realidad aplicable a buena parte
del conjunto. Los personajes parecen ser dueños de sus actos aunque el destino impera,
decide por ellos, y el resultado de las acciones de esos personajes termina (a veces
deliberada, a veces impensadamente) por confirmar aquello que el destino les tenía
reservado.
Al libro lo componen dieciocho cuentos en los que se alternan el ambiente urbano
de una gran ciudad y el ambiente pueblerino. Los ejes más relevantes (aunque no
excluyentes) que se imponen a los personajes de estas narraciones son tres:

• La importancia y revalorización de los sentidos.
• La mirada empática y contraria a toda discriminación.
• Un clima de restablecimiento de la equidad.

Hablaré brevemente de cada uno de esos ejes y de su presencia en el libro.
En cuanto al primero de los temas, no hay aquí una preponderancia de las
cavilaciones de los personajes, que se alejan de la narración psicológica y del monólogo

interior, sino que hay más bien una revalorización de los sentidos. Mediante esta
revalorización de lo sensorial, se aprecia también la sensualidad en estos cuentos, una
sensualidad que roza a veces el erotismo y que sin embargo −lo anticipa muy bien
Antonio Requeni con sus propias palabras en el prólogo− jamás derrapa y cae en lo
desagradable. Una sensualidad que, por su delicada forma de administración, acentúa
la belleza de las situaciones narradas. Un ejemplo (entre muchos de los que hay en este
libro) se encuentra en el primero de los cuentos −titulado “Instinto”−, que describe los
aprontes de un apareamiento animal. La importancia de los sentidos aparece ya en el
primer párrafo, donde la voz narradora dice ( página 17 ): “Abrí la ventana del comedor
para tantear el día. Eran casi las diez. El sol, más radiante que nunca, me encegueció.
Apoyada sobre los codos en el marco de madera sostenía una taza de café. Acerqué mi
nariz hacia el humo aromático y sorbí un trago. Permanecí en esa actitud de entrega plena
de ciertas fascinaciones.” Las impresiones de cuatro de los cinco sentidos se citan en
forma explícita en este breve primer párrafo del libro, y anuncian lo que vendrá: una
fuerte impronta, primero de lo sensorial y después de lo sensual.
La mirada empática y contraria a toda discriminación es también otra
característica del libro. En estas páginas la voz narradora comprende las circunstancias que
viven prófugos de la justicia, personajes con problemas mentales, enfermos terminales,
seres que se enfrentan de diferentes modos a “lo que no pudo ser” (que en realidad es lo
que no puede ser, ya que el tiempo de verbo se actualiza en cada nueva lectura). Una madre
que perdió a su hijo se conmueve con la llegada de un joven al que no conoce, buscado
por haber cometido un robo: “…lo observó desde el umbral. Vio su rostro joven aún, la
placidez dibujada en la expresión de su boca, el cabello revuelto. La sábana descorrida
mostraba parte de su cuerpo. Y se conmovió con la actitud de entrega, como si el
muchacho hubiera descubierto, al fin, el hogar largamente añorado. De pronto le pareció
ver a su propio hijo en esa escena de juventud casi agresiva. ¿Se parecían, o solo era el
deseo roto por la fatalidad?”
En cuanto al último de los ejes, si bien Gladys Abilar no juzga a sus personajes, un
clima de reparación moral está presente en varias de sus narraciones. Hay en ellas una
suerte de justicia, y más que de justicia, de equidad, que se manifestará temprano o tarde
en la vida −y aun después de la muerte− de los personajes del libro. Con frecuencia
aparecerá “algo” que se ocupe de restablecer la equidad, el equilibrio natural; ese “algo”
puede ser un perro, una persona o simplemente la fatalidad en alguna de sus formas.
El amor también tiene una presencia nuclear en estos cuentos. Pero tal vez como
consecuencia de ese “equilibrio” que mencioné, no se trata de una visión platónica del

amor, tampoco de una visión meramente virtuosa. Aquí el amor redime, pero
también condena. Y cura, pero también enferma. Esta doble mirada del amor
también se extiende al deseo; el deseo es algo animal, primitivo, pero la realidad
no se limita a su connotación negativa, también hay una connotación amable y
tolerante en estas narraciones.
En uno de los pasajes de la segunda mitad del libro, la protagonista expresa la
siguiente reflexión, que bien puede ser un manifiesto de los narradores o, incluso, de
la escritora que los creó: “… para escribir algo bueno hay que sentirlo en las entrañas o
sufrirlo en carne propia” y luego enfatiza repitiendo: “En carne propia”.
Con una prosa amena que rehúye tanto el ripio como la pesada ornamentación y
la demora innecesaria, “Lo que no pudo ser” está compuesto por narraciones actuales,
acordes con este tiempo vertiginoso que nos toca vivir. Vuelvo a citar ahora −para
terminar− a Antonio Requeni, quien en su prólogo afirma: la “singular capacidad
creadora [de Gladys Abilar] se manifiesta admirablemente en estos cuentos que
enriquecen el panorama de nuestra actual narrativa”.


Osvaldo Rossi
12 de diciembre de 2019