LA MIRADA INVICTA.

La mirada invicta. Poesía

AUTORA: Gladys Abilar

OPINIÓN: Gladys Abilar

Buenas tardes. Quiero agradecer la presencia de todos y cada uno de uds, queridos amigos de la MM. Y en forma especial a Eduardo Scarzo. Quiero destacar y agradecer el trabajo de edición de editorial Vinciguerra. Así como también mi agradecimiento a Antonio Requeni, Lucía Carmona, Alfredo De Cicco y Marta de París que me dedicaron hermosas palabras en este volumen.

El libro “La mirada invicta” comienza con un epígrafe de Walt Whitman.

“Quien toca un libro, toca un hombre”. Frase acertada, inequívoca, porque: Mostrar el pensamiento es un acto intelectual que expone. La poesía es el idioma del alma, y ella no admite disfraces, no tiene moldes, no tiene reglas, no tiene horizontes. Solo libertad. El libre albedrío es su capa y su espada.

El título del libro bien podría haber sido sólo “La mirada”, y con ello sintetizaba el mensaje puesto que la mirada define a la persona, en ella se resume y se destila el alma. Pero decidí darle un adjetivo y me gustó “invicta”. Tiene fuerza, personalidad. Con ella aludo a: lo inexpugnable, irreductible, inmune, inquebrantable, impoluta, invulnerable. Lo más puro y primitivo que aún conserva el hombre. (Se puede mentir la risa, pero no la mirada)

Yo vengo de la narrativa, donde se me hace fácil decir las cosas que digo con la impunidad que me confiere el personaje de mi creación. Me escudo en él y dejo vagar mi imaginación por los campos insospechados de la mente.

La poesía no hace concesiones. Es el poeta-escritor quien habla, y no hay filtros. No hay red.

Soy una mujer que se conmueve ante cada manifestación del universo, ante cada pequeño gesto de la vida porque cada gesto es único e irrepetible. Nunca un ocaso es igual a otro, nunca una lluvia es igual a otra, ni la rosa del amanecer será la misma de la tarde, ni la mirada de hoy será la misma de mañana, (aún cuando dije lo que dije anteriormente, ya que será invicta para cada instante). Ante tanta sorprendente diversidad, ante tanta infinita belleza un espíritu sensitivo no puede permanecer impasible y el camino a seguir es la creación. Todo lo que constituye el idioma de la naturaleza, tanto como la interioridad del hombre, estimula mis sentidos y es tierra fértil para hacer brotar la poesía; El dolor, la nostalgia, la muerte, la vida, el gorjeo de un ave, la guerra, un beso, las espinas, una lágrima, una sonrisa; todas y cada uno de ellas nos sugiere una historia, una situación, un testimonio, un latido que se vuelve carne. Un poema. No puedo ser indiferente a lo que me rodea. No puedo dar la espalda a lo que me convoca. Soy permeable a la vida en sus múltiples facetas. Hasta una piedra en el sendero me sugiere un soplo de vida. Una piedra, no es acaso testimonio de eternidad? Y en esa eternidad se sitúa, fugazmente, el hombre. 

La poesía fluye por debajo de los demás géneros como de contrabando, IRRADIA. Aunque emplea palabras, no las dice, las IRRADIA, está más allá de ellas, las hace sentir. Contagia su significado y la atmósfera de su significado. Expande su misterio sin profanarlo. La poesía es, ante todo, alusión, sugerencia, atisbo, eco. La mente interviene apenas en su proceso creativo; es al corazón a quien llama a su juego. Por eso, como ocurre en el ámbito de la pintura, (y en tantos otros del arte y los artistas donde esa disociación es frecuente), existen maravillosos poetas salvajes, de una notoria simpleza intelectual, y sin embargo admirables, pioneros, revolucionarios de la poesía. De ellos se dice -al contrario de los “políticamente correctos” y canonizados por las Academias y las antologías- que están “más cerca de la sangre que de la tinta”.

La poesía, (como dijo Girri) de por sí es ontológicamente clandestina, exiliada.