EL CANTO DEL CANARIO DE DAVID GATICA

AUTOR: Héctor Davis Gatica

PRÓLOGO: Gladys Abilar

Presentar un libro de David Gatica no es un hecho sin trascendencia. Hay que lidiar con el bagaje de sueños y añoranzas de este trovador riojano. Me siento feliz y gratificada por ser merecedora de este distingo: acaba de confiarme “El canto del canario” para que lo presente en sociedad.

¿Hay algo más placentero que acompañar a un amigo en un proyecto de esta naturaleza? Solo espero tener la objetividad suficiente para hablar de su obra sin que me ciegue el afecto, porque el cariño tiene por costumbre hacernos ver con los ojos del alma alejándonos de ciertas realidades menos gratas. Aunque las realidades de David se caracterizan por su contundencia.

Todos sabemos que la literatura de Gatica es incuestionablemente hermosa, y hablaré de ella con la libertad que me confiere el noble gesto de haberme elegido, como muestra de confianza.

Dicen que el arte obra el milagro de transformar para bien a quien se asoma a él. Entonces ¿por qué es grato leer a David Gatica? Porque después de haberlo leído uno ya no vuelve a ser el mismo: nos hace crecer, madurar, nos despierta; sacude nuestra conciencia y nos arrulla el corazón. En él habita la magia que hace fluir la palabra como un manantial de frescura.

El Canto del Canario es una serie de cuentos que se leen con creciente interés a  medida que uno va dando vuelta las páginas. Lo integran diez relatos que a pesar de la diversidad de argumentos, los distintos matices sicológicos de los protagonistas, y el trasfondo dramático o trágico de algunos de ellos, tiene como denominador común una impronta vital y un acento de insoslayable solidaridad humana. Historias todas ellas reveladoras de la fértil imaginación de David y de una prosa que fluye de modo ameno y convincente. El autor ha ido desarrollando la trama de cada una de sus historias con sencillez y diafanidad expresiva.

Este escritor, de pura cepa riojana, posee el don de la difícil y justa paradoja; es decir, el punto donde se funde el dolor-horror con la belleza. Según qué cosa nos quiera contar ha de elegir el tono inequívoco que va a dar realismo a la imagen. Su palabra es fuego y agua, es lija y seda, es golpe y caricia; es el filo de una navaja que abre la herida y al mismo tiempo la lame. Dice en su cuento La muerte del poeta: “Se fue deteriorando cada vez más. La cama matrimonial le quedaba muy grande y costaba encontrarlo cuando uno entraba en penumbras. Se iba achicando desde afuera, porque hacia dentro se agrandaba. ¡Cómo creció el poeta en los últimos meses!”

También dan cuenta de su ductilidad narrativa los relatos que brotan de la condición humana que no siempre tienen que ver con la belleza, el amor, el bien, sino con pérdidas, desarraigos, abusos, el irrespeto hacia el hombre, el desamor. En este sentido el autor siempre se compromete, no le teme al mal, lo enfrenta, lo reta, lo desarma. Y lo confunde, porque su palabra va siempre armada de poesía; dispara con versos y metáforas. David no puede despojarse de ella, porque sin ella él no sería.  

Tiene este noble escritor la virtud de conmover a sus lectores con una simple frase, de esas que brotan del alma cuando el alma está triste. Frases que no requieren de elaboración ni esfuerzo alguno, sino de espontaneidad; de esas que se asoman a la vida mientras van abriendo las heridas.

Es poético el relato que alude a “La muerte del poeta”, valga la redundancia, y nos dice así: “cuando me pides que te recuerde/ prefiero inventarte cada día/ para que no seas/ una pobre huésped más de mi memoria”- y cerrando los ojos, sin un movimiento dejó que la copla popular hablara por él que había quedado sin voz: “Como un animal voraz/la muerte me anda siguiendo/ le voy a entregar mi cuerpo/ y voy a seguir viviendo”.

David es un narrador irrefutable, pero, no sé si él sabe que es un rehén de la poesía; por eso lo que él escribe es tan hermoso. Escuchen esto:

“Adolfo Morán sintió que el sol bajaba hacia el poniente de su cansancio, sacó una silla al patio reseco y se quedó sentado a la sombra del silencio.”

Cómo soslayar la poesía si se le escapa por los poros!!

El Canto del Canario tiene un corazón que late porque lo habitan seres con vida propia, que sufren, lloran, aman, que persiguen un fin noble y justo, que a diario libran una batalla con el infortunio. La humildad es uno de los rasgos más distintivos que pueblan el universo doliente del Canto del Canario. El autor bucea en las profundas aguas del comportamiento humano y logra extraer vida de la vida; aboga por la sencillez y la pureza, como cualidades primigenias del hombre, y logra que sus historias se identifiquen con una idiosincrasia casi pueril acorde con el origen de sus actores. Idiosincrasia que permanece inmarchitable porque no la acosan los flashes de la moda ni el aturdimiento de la gran ciudad. El Canto del Canario denuncia un estrecho vínculo del hombre con el medio que lo rodea: la naturaleza, el campo, los animales, y hace una lectura sensible y descarnada de las dificultades que tiene que sortear para sobrevivir a los abusos, la indiferencia, la escasez tanto de elementos materiales como de cordura humana.

En la obra de David Gatica prevalece por sobre todo el espíritu de lucha.

Como el autor es rico en sutilezas y metáforas, nos enseña a interpretar imágenes de innegable valor poético.

Me pregunto ¿cómo puede el trino de un ave tener color? Puede, puede tener el color de la vida, o el color de la muerte:

Como esto que nos dice David: “…aunque después dudé si era sangre o era no más una gota de trino con el color de la sangre.”

El sentimiento prístino de David subyace en la tierra, campo adentro, y se nutre de esa soledad enriquecida de simpleza, nos enfrenta con la nostalgia, nos hace sentir la añoranza del pago querido. Nos invita a volver. Me recuerda a Belisario Roldán en “El exilio necesario”  que también nos propone recuperar esa soledad, cuando dice: “No necesitamos del embravecido/ rumorear eterno y ensordecedor;/ si las vanidades viven del ruido/ solo del silencio se nutre el amor;/ vámonos amada donde está todo eso/ quedémonos solos don nosotros dos.”

Los cuentos de David Gatica son atemporales, y no tienen fecha de caducidad, justamente porque tratan del sentimiento del hombre; y los sentimientos no prescriben, gozan de absoluta vigencia, felizmente.

Hay tanta carnadura en estos relatos, pareciera que están sucediendo ahora, aquí mismo. Se sienten, se huelen, se dejan tocar. Los cuentos de David respiran. Se me hace oír a la avioneta asesina de tormentas surcando el cielo riojano cuando dice:

– Oís viejo? Oís Adolfo?

– Oigo qué María.

– Ese zumbido arriba: la avioneta.

El rostro del campesino también se nubló de una tormenta negra, sus ojos relampaguearon de bronca.

– ¡La puta que los parió!

En esa expresión dura había volcado toda la rabia, como si de su boca se desprendiera una centella capaz de matar a los causantes del terrible daño. El ronroneo apenas perceptible del motor de la avioneta asesina de tormentas estaba volando por sobre las nubes, procurando dispersarlas como majadas de cabras cuando se les acerca el león. Los relámpagos se espaciaron, comenzó a disminuir la furia del trueno apagándose poco a poco y el tul oscuro, como de luto de la  nube comenzó a rasgarse, dejando ver una que otra estrella que parecían ojos amarillos riéndose de la pena seca del hombre.

El Canto del Canario es la historia de la belleza manipulada por el hombre- Cuando se pretende eternizar esa belleza, inevitable y paradójicamente se la asesina. El hombre, fiel a su soberbia comete el abuso de invadirla rompiendo el delicado equilibrio de las cosas. Pero David, como maestro de la vida que es, nos enseña que así como hay belleza en la pobreza, hay belleza en el dolor.

El Canto del Canario es un libro que palpita entre las manos como el corazón agitado del ave que tiene miedo; miedo del hombre.

El párrafo final del cuento que da nombre al libro dice así:

 “Y ahí lo tengo ahora. Cuando quiera ir a verlo, vaya, se halla igualito en todo: la forma del instante está perfecta. Al embalsamarlo lo he perpetuado. Ese momento tan hermoso de vida y canto quedó para siempre; sólo que le falta la vida y el canto, por la muerte del ave ¿vio?

Si la función de la literatura es, por otra parte, iluminar nuestro destino o descifrar las claves secretas de la realidad, no hay que olvidar que debe satisfacer antes dos exigencias ineludibles: interesar y conmover. Los cuentos de este volumen cumplen holgadamente esos requisitos.

Felicitaciones David!!