DIARIO NACIÓN – RINCÓN GAUCHO

AUTORA: Gladys Abilar

EL MIKILO UNA LEYENDA RIOJANA

RINCÓN GAUCHO, JULIO 2015

El Mikilo es una criatura mítica cuya historia se circunscribe a  la Provincia de La Rioja principalmente y otras zonas del noroeste argentino. Es una deidad diaguita que sobrevivió a los embates y la profanación europeizante de los españoles. También conocido en la Sierra del Velazco, Tucumán, Santiago del Estero y Salta. Es un númen de la tierra, pertenece a los dioses salvajes, sin templos construidos por la mano del hombre, sin ofrendas, sin oro que despertaran la codicia y el fanatismo evangelizador. Es un dios proteiforme que varía a la luz de las arboledas y las peñas. Es esquivo, poco sociable y se anuncia con un grito ululante. Tiene formas desproporcionadas. El Mikilo cambia de aspecto y maleficio según la zona donde se aparece. En algunos lugares se dice que es un hombre adulto pequeño, de conformación extraña, con patas de gallo, ojos saltones, redondos y fosforescentes  y siempre bajo un enorme sombrero negro y aludo y un pocho oscuro. La otra mitad del cuerpo se dice como de perro, larga cola, las manos de criatura, en vez de volar corre al ras del suelo, que tiene forma infrecuente, mitad cuerpo de gente con pies de gallo, en este caso deja huellas de sus dedos en la tierra y despierta gran temeridad. Es malo y perverso, ataca a hombres y mujeres. Gusta dormir la siesta a la sombra de las higueras. Se aparece a esa hora para asustar a los niños que andan por la calle. – “Divinidades Diaguitas”-

El Mikilo, como otros mitos y leyendas,  es la figura representativa de la lucha entre el bien y el mal. Su concepción está ligada a la hora de la siesta, la cual tiene gran connotación en la Pcia de la Rioja y Noroeste argentino aludiendo al clima riguroso, cuyas temperaturas hacen obligatorio el descanso en esa franja horaria. Se han hecho variadas interpretaciones según el imaginario popular y las supersticiones de los pueblerinos.

Para los riojanos el Mikilo es un duende que muchos dicen haber visto deambular por las calles de la Localidad de Chilecito entre viñedos y olivares y asusta a los niños picarones que se escapan de sus casas durante la siesta.  La  forma más coincidente de describirlo, entre quienes sostienen haberlo visto dice que es un hombrecillo  bajo, casi enano, que no se yergue sino que se agacha en actitud sospechosa, como si espiara en busca de víctimas, oculto bajo el amplio poncho que arrastra por el suelo y con su sombrero negro de grandes alas se hace visible a la distancia como un bulto informe, de mirar maligno, socarrón y amenazante.

El hecho está vinculado a la desobediencia de los infantes que en vez de dormir la siesta huyen de sus padres a jugar a la calle, y éstos intentan poner límite provocándoles miedo con el cuento del Mikilo, que anda suelto y los va a atacar.
La preocupación de los adultos radica en evitar que los niños sufran golpes de calor, ya que en nuestra provincia de La Rioja las temperaturas más elevadas en época de verano se registran después del medio día. 

Este personaje forma parte de la historia riojana, de sus mitos y leyendas ¿Quién no habrá escuchado alguna vez, en los cuentos de los abuelos, la historia del Mikilo? 
No se conocen pruebas fehacientes de su existencia, sólo narraciones de quiénes sostienen haber visto a este pequeño duende, siempre en actitud temeraria, oculto entre viñedos y matorrales y comentaron sus experiencias, tanto como las de otras apariciones de la zona, condimentadas con el vuelo de su propia imaginación que engrosan y enriquecen el folclore popular.
Lo cierto es que el Mikilo forma parte de una fábula o un cuento de miedo para los  chicos, es una leyenda de nuestros antepasados diaguitas, que permanecerá en la memoria de todos los riojanos. 

Recuerdo, cuando niños, desobedeciendo a nuestros padres, nos escapábamos a jugar con los amigos en plena la siesta, bajo el parrón, o el aguaribay del baldío, pero eran tan altas las temperaturas –cosa que un niño no registra- que despertaba la preocupación de nuestros mayores, y éstos se nos aparecían azuzando varilla en mano: “vayan adentro, a dormir la siesta  que el Mikilio anda suelto”. Y no había más remedio que ir a dormir la mítica siesta riojana.