AUTORA: Gladys Abilar
CAPILLAS COLONIALES DE CHILECITO
RINCÓN GAUCHO, OCTUBRE 2018
Las Antiguas Capillas de Chilecito, La Rioja, son un legado de la historia, datan de la época colonial y constituyen un atractivo paseo dentro de “Las Huellas del Peregrino”. Aún quedan vestigios de pueblos originarios salpicados entre un paisaje de vides, nogales y olivos que se destacan en el mundo por la calidad de sus frutos.
Fiel testimonio de la fe de un pueblo creyente, con una arquitectura sobria y un espíritu místico, estas capillas, blancas, humildes, se distinguen por su faz artística y estética. La tradición sobrevive a los tiempos y cada santo patrono aún tiene su fiesta religiosa con el mismo entusiasmo de antaño.
Estos templos, declarados Monumento Histórico Nacional, fueron construidos para adoctrinar a los indígenas, para el culto familiar y como sede de autoridades eclesiásticas.
La capilla de San Buenaventura, del siglo XVIII, proveniente del Alto Perú, es considerada la más antigua de la zona. Se encuentra en la localidad de Vichigasta, pequeño pueblo agrícola con viñedos plantados en 1994 entre los cordones del Famatina y del Velazco.
La ruta 40 nos lleva a Sañogasta cuyas tierras fueron otorgadas en 1591 por Juan Ramírez de Velazco. En 1650 comienzan a construir la Hacienda de San Sebastián y también la Capilla sobre una loma. En su interior la Virgen de la Candelaria, lleva en su mano una candela símbolo de la luz del mundo. Tanto la virgen como San Sebastián son los patronos de este pintoresco y devoto pueblo famoso que por sus nogales y viñedos. La localidad de Nonogasta, con sus bodegas y vinos premiados en Francia, y lugar de nacimiento del Doctor Joaquín Víctor González, se originó por los asentamientos hispánicos del siglo XVII y pasó a poder de los jesuitas quienes radicaron estancia y capilla hasta que fueron expulsados en 1766. El Santo Patrono es San Vicente Ferrer. Conserva las características originales de su construcción y muros de adobe de casi 1 metro de ancho con pequeños nichos. El altar mayor con sendas hornacinas permite apreciar preciosas imágenes como el Cristo de la Paciencia. Aún existen restos en pie de las dependencias jesuitas y el fuerte San Lucas. Asomarse a este trozo del pasado provoca gran emoción.
En Anguinán, antiguo pueblo diaguita, se encuentra la capilla consagrada a Santa Rosa. Data de 1784, la fundó Bartolomé Gordillo como sede del Curato de Anguinán. Se distingue de otros por la altura de su torre constituida por un prisma cuadrado debajo de otro octogonal realzado por pilastras y una imponente cúpula semiesférica.
Malligasta es célebre por los festejos de San Nicolás, con sus procesiones de promesantes, devotos y fieles. Allí se encuentra la capilla de la Inmaculada Concepción. El templo se sitúa en el interior de una plaza donde se hacen, dos veces por año, las celebraciones religiosas, el Tinkunaco, o encuentro del santo patrono San Nicolás con el Niño Alcalde, ambos representan a los pueblos originarios y los españoles respectivamente. Durante las fiestas desborda el fervor, la religiosidad de su gente, cuya fe toca el punto más alto cuando se oye cantar el Tinkunaco. El templo conserva la imagen de un Cristo articulado entre otras. El altar mayor es de arquitectura ecléctica, con arcos ojivales, tímpano triangular y guirnaldas.
La Virgen de la Merced tiene su templo en La Puntilla, atractivo rincón elegido por pintores paisajistas. Fue construido para la práctica familiar. Sus techos son de dos aguas con estructura de algarrobo. A diferencia de las otras tiene tres cuerpos superpuestos. Guarda imágenes vestidas del siglo XVIII, entre ellas la Virgen de la Merced, la Virgen del Carmen y Santa Lucía.
En la localidad de Los Sarmientos encontramos la capilla de Santa Clara. Es una de las iglesias más bonitas del recorrido. Conserva parte del oratorio original y destacadas tallas en madera como la de Santa Clara con su corona de plata laminada y un Cristo del siglo XVIII. Es la preferida para celebración de bodas.
Finalmente en San Nicolás hallamos la capilla consagrada al santo del mismo nombre construida en el siglo XVIII. Su altar mayor es una joya del barroco colonial, con un retablo bañado en oro realizado por los guaraníes durante las misiones jesuíticas. Es un templo sencillo que invita a la oración en un acogedor entorno de cerros y viñas donde los senderos de multiflora se pierden en la inmensidad.