DIARIO NACIÓN – RINCÓN GAUCHO

AUTORA: Gladys Abilar

“CAMINITO” CRÓNICA DE UN AMOR PROHIBIDO

RINCÓN GAUCHO, MAYO 2017

La historia del tango “Caminito” nació en un pequeño pueblo de La Rioja denominado Olta, pintoresca localidad de Los Llanos situada a 170 kilómetros de la capital provincial, con poco más de siete mil habitantes, aunque solo contaba con unos quinientos cuando el joven poeta, Gabino Coria Peñaloza, se deslumbró con una señorita de buena familia del lugar. Allí se gesta el diario de una pasión que inspiraría el mítico poema y luego famoso tango, más tarde musicalizado por Juan de Dios Filiberto.

Los Llanos de La Rioja se caracteriza por ser una región árida y pobre, pero Olta difiere en gran medida de otros pueblos de la zona, porque se encuentra enclavada en un valle rodeado de montañas bajas con cierta vegetación. Recibe el agua fresca y pura que baja de las quebradas y se almacena en un dique. Las primaveras de Olta son un júbilo de aromas y colores provenientes de plantas nativas que exaltan sus virtudes para gloria de los ojos.

En Olta nació la madre de Gabino, María Natividad del Señor Peñaloza, descendiente del caudillo federal Ángel Vicente Peñaloza, Chacho, general de las Montoneras federales, cuya cabeza fuera enclavada en la plaza de Olta sobre una pica luego de ser decapitado en 1863 por los coroneles de Bartolomé Mitre. Su padre, Eusebio Coria, era mendocino, de La Paz, el mismo pueblo que lo vio nacer en 1881.      

Corría el año 1902. La joven se llamaba María. El poeta, Gabino Coria Peñaloza. Para que sus destinos se cruzaran la naturaleza se involucró. Gabino viajaba desde Chilecito hacia San Luis cuando una gran crecida del río lo dejó varado en Olta por varios días. Alojado por sus familiares recibe la invitaron para una tertulia en casa de una distinguida familia del lugar. Allí había un piano de cola, el primero de la provincia que llegara desde Chile a lomo de mula. El poeta, sensibilizado ante el majestuoso instrumento le pidió a la anfitriona que tocara algo. Y llamó a María, maestra, profesora de música y también integrante de una familia destacada. El encantamiento mutuo fue inevitable y desencadenó en pasión. Transcurrieron  unos días y el “caminito amigo” fue testigo de aquel tórrido y furtivo amor. Cuando el río volvió a su cauce, el muchacho siguió viaje y, por cierto, prometió volver.

Al cabo de un año regresó por ella pero María ya no estaba. Su familia, que se oponía rotundamente a esa relación pues la niña estaba prometida para un militar de Olta, había decidido mudarla a otro lugar. Dicen que llevaba un hijo en su vientre. Ante el escepticismo de la gente por develar su paradero Gabino abandona Olta rumiando su tristeza. Desgarrado por la pena, su alma de poeta vuelca en el mítico poema toda su desdicha, regalando a la humanidad el “Caminito”, en humildes, sencillos e imperecederos versos.

El caminito de Coria Peñaloza era un sendero rural de 2 kilómetros que nacía en Olta y moría en el pueblo de Loma Blanca. Es el que transitaba Gabino para encontrarse con su amor y el que acunó su ardiente y frustrado romance a la vera de una acequia rumorosa.

Antes de descollar con su talento poético, el joven que amaba la música, la poesía y  el periodismo, había sido recaudador de impuestos.

A los quince años, movido por la inquietud de su alma bohemia, decide dejar su hogar para instalarse en Buenos Aires. Allí empezó a trabajar para diversas revistas y el diario Nación.  Publicó sus poesías en la famosa revista Caras y Caretas. Culto y sociable, comparte en ese mundo artístico, cafetines y tangos con Carlos Gardel, Quinquela Martín, Juan de Dios Filiberto y otros reyes de la noche.

Fue Quinquela quien presentó a Gabino y Filiberto en plena calle Florida haciendo posible el milagro poético-musical.

Una callejuela del barrio de La Boca lleva el nombre de Caminito en homenaje al tango. Peñaloza no aprobó el evento, pues el caminito que inspiró sus veros estaba lejos de allí. Aquí nace la confusión. Muchos creen que el poeta se inspiró en esa calle de la Boca.

 

Después de muchos años de una vida intensa y agitada en la gran ciudad, Gabino decide retirarse a Chilecito junto a su esposa, ciudad que lo cautivó con esa magia perpetua con la que atrapa al artista que pone pie en su suelo. Allí vivió por más de 40 años. Siempre enamorado del paisaje, al pie de eterno nevado cerro Famatina, lo sorprendió la muerte a los 95 años, rodeado de poemas y rosales bajo el cielo azul del octubre chileciteño.

“Desde que se fue, nunca más volvió,/ caminito amigo, yo también me voy”.