AUTORA: Gladys Abilar
TINKUNACO RIOJANO
RINCÓN GAUCHO, MARZO 2014
Una celebración que desde hace más de 400 años rememora la paz entre los españoles y los Diaguitas.
La ciudad de “Todos los Santo de la Nueva Rioja” fue fundada por Juan Ramírez de Velasco el 20 de mayo de 1591. Los diaguitas, nativos del lugar, fueron despojados de sus derechos y libertades. El español tomó esas tierras y las repartió entre los suyos. No solamente fue una cuestión territorial sino que también se erradicaba toda su cultura. Agobiados por abusos y malos tratos, cuarenta y cinco caciques diaguitas junto con su pueblo llegaron a la ciudad de La Rioja para enfrentarse a sus invasores en el fuerte Las Padercitas.
Los españoles acudieron a San Francisco Solano quien intervino en el conflicto apaciguando a los aborígenes –con su emblemático violín y el rosario- de deponer su actitud. Los nativos aceptaron con la condición de no seguir teniendo como autoridad a un alcalde español. San Francisco les propuso que la autoridad máxima del lugar fuera un Niño Jesús Alcalde (probablemente traído de Alto Perú) que en su vestimenta, a pesar de ser un niño, denotara autoridad. Los españoles no habrían aceptado como soberano a quien tuviese el perfil de un Atahualpa. Esto muestra un conflicto sociopolítico en el que lo religioso contribuyó para que la “sangre no llegara al río”.
Según Joaquín V. González fueron los jesuitas quienes le dieron “forma litúrgica y social al hecho histórico”.
Las celebraciones giran en torno a dos cofradías, los aillis y los alféreces. Los aillis (en quechua significa triunfo) calzan ushutas, llevan un escapulario que les cubre pecho y espalda adornado con dijes, rosarios, espejos. En la frente una vincha con espejuelos y puntillas. Estos representan a los incas y son los encargados de llevar la imagen del Niño Alcalde. Los alféreces, caciques de cada tribu, visten traje con una banda azul que les cruza el pecho y la espalda, adornada con encajes y flores. Estos representan a los españoles y portan la imagen de San Nicolás. Durante la novena los aillis cantan su himno, el Año Nuevo Pacari en quichua, frente a la imagen del santo acompañados por un pequeño tambor que el Inca golpea con un palillo.
El 31 de diciembre los aillis concurren a la iglesia de San Francisco. Presididos por el Inca cantan el himno Año Nuevo Pacari mientras levantan la imagen del Niño Alcalde y lo llevan en procesión hasta la casa de gobierno, frente a la cual se producirá el Tinkunaco o encuentro o topamiento ante una multitud enfervorizada, con más de 36º, y bajo el sol. Los alféreces, precedido por el Alférez Mayor, y su procesión llevan la imagen de San Nicolás también hacia la plaza, frente a la casa de gobierno. Cuando ambas procesiones se encuentran, (Tinkunaco) los presentes, incluso San Nicolás, realizan tres genuflexiones ante el Niño, y el pueblo aclama: “Niño Alcalde, Hijo de Dios, te adoramos”. Este es el momento más sublime del ritual. La ceremonia debe realizarse frente de la casa de gobierno, recordando así que aquel día los españoles cambiaban sus autoridades civiles. El intendente le entrega al Niño Alcalde, en realidad al obispo, las llaves de la ciudad, simbolizando así que es la verdadera autoridad para el pueblo riojano. Luego las dos procesiones se aúnan, el pueblo acompaña a ambas imágenes al interior de la Catedral.
El primero de enero se lo dedica a San Nicolás, lo que indica que para el pueblo riojano esta devoción tiene más relevancia que la del Niño, cuyo día es el dos de de enero.
El tres de enero, frente a la gobernación, San Nicolás despide al Niño Alcalde quien volverá a la iglesia de los franciscanos hasta el próximo Tinkunaco, y San Nicolás regresa a la Catedral. Los fieles mientras tanto exclaman: “Adiós, Niño hermoso, pal´ año i´ volver”.