ARTURO MARASSO.

Autora: Gladys Abilar

Una de las glorias de mi tierra. Nació en Chilecito en 1890. Hijo de madre española y padre italiano, profesor de piano. Fue la naturaleza quien nutrió inicialmente su insaciable deseo de aprender; el agua, elemento de irresistible atracción, la brisa, el cielo de la noche y las estrellas y la luna chileciteña enclavada en el Portezuelo, fueron sus fuentes de inspiración y quienes rebelaron al niño su ubicación en el cosmos. La vida no fue sencilla para este ser que llevaba en el alma la simiente de los iniciados. Su padre lo formó en el culto del amor, cito: “la naturaleza es inmensa, estúdiala, y sobre todo ámala, el estudio sin amor es ciencia muerta”.

Continuó sus estudios en La Rioja acompañado por su madre. Allí vive una triste experiencia de niño, mientras otros jugaban y reían, él se recluía en las bibliotecas fascinado por los libros. Sufrió con algunos maestros que lo acusaron de haber plagiado las composiciones, fruto del trabajo y de noches en vela, pues no podían concebir que fueran de su autoría. Logra conseguir una beca para completar sus estudios de maestro normal en Catamarca, donde comenzó sus trabajos literarios. Allí conoce a Berta Gómez quien sería en un futuro, su esposa. Ya en Bs. As en 1911 se abocó al estudio de las letras clásicas. Cuenta Jorge Luna Valdéz que conversando con J.V. González le manifestó conocer a un muchacho poeta que hablaba con la exaltación de Juan el Bautista y que le confesó, cito: no tengo la inquietud del triunfo, lucho por ser sincero, nada más que sincero. González le dijo: llévelo a casa. Días después el poeta de los astros se encontró con el poeta de las montañas riojanas y si la emoción del bisoño casi le ahogó la voz, no fue menor la del maestro. Con palabras sinceras, sin alardes vanidosos relata los orígenes de su saber excepcional. Lo adquirió de los 12 a los 20 años en una lectura incesante. Gozó de la amistad y el estímulo de J.V. González, quien supo valorar su talento polifacético y lo consideró como su discípulo. Lo estimuló, le brindó su amistad y le concedió cátedras de Literatura española y Composición literaria en la Facultad de Humanidades de la Univ. Nac. De La Plata, función que desempeñó durante 30 años. Arturo Marasso era un joven de 25 años cuando González supo decirle: ud no tiene título, pero sabe mucho. Marasso retribuyó semejante acto de fe estudiando exhaustivamente para no defraudar a su mentor. En la clase el alumnado tenía avidez por conocer al riojano que trajera J.V. González. Una alumna comenta la fascinante experiencia. … Al finalizar la clase queda la sensación de haber asistido a un orgiástico festín de saber y de belleza. Quedaron por siempre atrapados en su palabra. Hombre humilde, sencillo y de vasta erudición fue reconocido en su época como uno de los humanistas más destacados de la Argentina. El magisterio ejercido en La Plata durante tantos años y la labor desplegada en la misma, fundadora de una corriente poética que “se nutre de la cultura grecolatina y el Siglo de Oro español”, llevaron a éste a incluirlo en la Primera antología poética platense (1956).

Así como en Bs. As. encuentra a su gran guía J.V.G., a las letras las encuentra en las librerías de viejo. Devoto de los libros y de escasos recursos para poseer tantos como hubiera querido, anhelaba la suerte de González, también lector voraz que podía comprarlos compulsivamente y tenerlos de manera gratuita en su condición de ministro, legislador o educador. Más tarde Marasso logra tener su casa repleta de libros, cerca de 25.000 ejemplares.

Marasso se desarrolla como poeta y ensayista en Bs. As. El concepto de trabajo para él significaba unir lo útil a lo agradable. Por eso impresionó  como profesor a Julio Cortázar y tantos otros, porque amaba la poesía, la literatura. Le llamaban el “poeta de los astros” por su infatigable escudriñamiento del universo de donde quería arrancar el poema absoluto. Cito: yo creo ser claro. Como me inicié en la naturaleza misma estoy unido a todo. Yo digo lo que he visto, lo que he sentido. Pero mi obsesión es el universo. Y en el universo hay cosas que sólo el poeta puede ver, sentir y expresar. Publica a los 21 años su primer poemario “Bajo los astros”, que lo consagraría como delicado y sensitivo poeta. Nos dice Estrella Gutiérrez que sus versos reflejan el choque de su espíritu hecho a la soledad provinciana con la Buenos Aires difícil e inasible. El amor aclara el cielo de sus páginas y el paisaje y la vida hogareña endulzan el recuerdo del joven proscripto. De este libro se desprende el bello soneto “La vía Láctea”, cito: Horror de eternidad mis horas llena,/ el pensamiento claudicante posa/ sus alas en la noche tenebrosa,/ que a trágicas angustias, nos condena.// Por siglos y por siglos, la cadena/ de dolor y de amor, ata, imperiosa,/ nuestro pie en el momento que reposa/ la vida, que en la muerte se serena.// Sobre el instante rápido y divino/ en que la primavera nos halaga,/ extiendes, inmutable y diamantino,/ tu reino de los astros, vieja vía,/ disuelto en la recóndita luz vaga/ que miramos brillar tan sólo un día.

La gran urbe comenzó a ceder, prestigiosos críticos y poetas insignes no le retaceaban elogios y escritores de ánimo generoso le brindaban su amistad en los cenáculos porteños.

La naturaleza, el cosmos que fertilizó el camino a las letras estaba en Chilecito. Y las letras estaban en Bs As. Y es en Chilecito donde abreva hasta lograr el poema imposible, su infancia, y escribe “La Mirada en el tiempo”, relato de recuerdos exhaustivo y poético de un tiempo perdido.

Docente en la Escuela Normal de profesores Mariano Acosta donde fue profesor de Julio Cortázar, Ernesto Sábato y el platense Héctor Ripa Alberdi. Cortázar lo recordaba como quien supo vislumbrar su vocación de escritor, prestándole libros y sumergiéndolo en Sófocles y Homero. Ernesto Sábato lo evocaba con afecto y reconocimiento, a pesar de tener diferencias con respecto a la educación en Argentina.

Por otra parte, fue Ángel Mazzei quien ocupó la cátedra de su maestro a la hora del retiro (1944), cuando una dolida Universidad de La Plata le dijo adiós al profesor no sin antes distinguirlo con el diploma de Dr. Honoris Causa, en mérito a su vasta obra literaria y su valiosa labor educacional. Por esa época recibe el reconocimiento de la Real Academia Española al designarlo Miembro Correspondiente por sus estudios e investigaciones sobre Miguel de Cervantes Saavedra, autor del Quijote. Actualmente, la Escuela nacional normal superior del Profesorado Mariano Acosta, entrega el premio Arturo Marasso a los escritores sobresalientes de la Rioja y otros, como Carlos Penelas.

Hasta 1925 firmó como Marasso Rocca. Luego fue sólo Marasso.

Escritor de profundos rasgos nostálgico, vuelve la mirada a un pasado que añora y sufre. Nos dice en su poema “Nieva”: Nieva afuera; las brasas del hogar/se cubren sutilmente de ceniza blanca; el sedoso gato se ha dormido/ al calor del rescoldo; vieja Biblia/ yace olvidada en el sillón vacío; y me digo: qué dulce es la visita/ del invierno, en la casa en que nacimos,/ cuando congrega el frío a la flía/ entorno del hogar, y un vago ensueño/ su suave seda de ilusiones hila/ en el sosiego de las mansas horas.

A.Marasso era un poeta de líneas clásicas, por la pureza de su estilo, por su equilibrada grandeza, se nutre de un hondo aliento cósmico y elevado ideal estético. Su aguda sensibilidad capta en los innúmeros elementos de la naturaleza y del hombre, el orden armónico y fundamental en que vive todo lo creado. Fue ante todo un escritor de múltiple talento. Con el fallecimiento de su esposa se abre una llaga que cristalizaría en un poemario de deliciosa intimidad y emoción, fruto del dolor, titulado El Libro de Berta.

Recibió el Premio Municipal de poesía. Premio Nacional de Crítica, Gran Premio de Honor de la SADE (1965). Su obra Rubén Darío y su creación poética le valió el 1º premio de la comisión de Cultura, año 1934. Así también con Don Luis de Góngora obtuvo el 3º Premio Nacional de Literatura en 1927. Fue miembro de la Academia Argentina de Letras.

En 1931 publica Melampo una obra de superlativo valor poético, el más grande y original de sus libros en la versada opinión de Estrella Gutiérrez. Nos dice Gutiérrez: No parece escrito en nuestro tiempo. Por un hombre de nuestros tiempo. Si lo encontrásemos en una colección de los mejores poemas griegos, nos asombraría su belleza recóndita, su perfección absoluta, su sabiduría simple, su penetración en las raíces de la vida, en el mundo del animal, de la planta y de la piedra.

Su entrega absoluta a la lectura se manifiesta en su libro “La mirada en el Tiempo”, dice: Poblado por la naturaleza entera me seducían las letras. Tenía acaso maestros sabios, guías expertos? No. Podía estudiar en mi niñez a los griegos, los latinos? No. En estas preocupaciones transcurrían mis 15 años. Todo era lectura, nada de juegos. González le había marcado un destino de libros a Marasso. En las noches de Chilecito, él era un niño, leía en libros que fueron de González, fundador de la biblioteca de este pueblo. A veces el alba lo sorprendía con el volumen abierto. Alimentó su intelecto abrevando en González. Émulo indiscutible del Divino Joaquín, ya en Chilecito supo nutrirse del maestro que sembró senderos de libros a su paso. Y sin embargo, tuvo vida propia, una vida literaria y literalmente intensa. Nació herido de poesía y en versos lo describe muy bien: Yo te amo árida tierra donde nací poeta/ y junto a la cima blanca y junto al negro abismo/ y tengo el alma tuya melancólica y quieta/ y llevo abismos y cumbres, ¡ay! Dentro de mí mismo.

Murió en en Bs. As. a los 80 años. Había pedido que lo sepultaran al lado de la tumba de J.V.G. en Chilecito, donde también yacía su esposa. Se cumplió su voluntad el 18 de noviembre de 1982.

Obras, por género

Góngora y el gongorismo. La mirada en el tiempo (prosa poética). Joaquín V. González

Poesía[editar]

Bajo los Astros(1911). La canción olvidada (1915). Paisajes y elegías (1921).Tamboriles(1930).Melampo(1931). La rama intacta. (1949). Presentimientos. Retorno. Poemas. Libro de Berta (1949). Antología Poética (1951)

Estudios literarios[editar]

Hesíodo en la literatura castellana (1926). Píndaro en la literatura castellana (1930). Rubén Darío y su creación poética. 1º premio de la Comis. Nac. De Cult. (1934). Cervantes: la invención del Quijote (1954). Antología didáctica de la poesía lírica española (1953). Estudios de la literatura castellana (1955). El verso alejandrino (1923). Joaquín V. González (1915). La creación poética (1927). Don Luis de Góngora. Tercer Premio Nacional de literatura (1927). La lectura de la escuela primaria. (1928). Fray Luis de León (1928). Antología griega en España (1934). Cervantes y Virgilio (1934). El pensamiento secreto de Mallarmé (1948)

Para cerrar este espacio dedicado a Arturo Marasso, el emblemático dicha “Dicha”: Dichoso aquel que vive en mansión heredada,/ oye cantar los tordos que escuchó cuando niño;/ ve llegar los inviernos entre lluvia y nevada/ y siente el mismo afecto de familiar cariño.// En la noche, en sosiego, a media luz, en torno/ a la mesa o la lumbre, se conversa, en voz tierna,/ de un viaje, de un recuerdo, de una idea sin retorno/ –Hace ya veintiocho años- a la mansión eterna.//Se lee el viejo libro con reposo, alguna hoja/ anotaciones lleva del padre o del abuelo;/ a veces una lágrima casual el texto moja/ y se encuentra en las dulces páginas el consuelo.// Feliz aquel que vive en mansión heredada/ con fontanares y árboles al pié de una colina,/ y del otoño lánguido en la tarde nublada/ ve rodar por los campos la lluvia y la neblina.