AMOR: ENERGÍA, FELICIDAD, ÉXTASIS, MISTERIO Y POESÍA.

AUTOR: TOMÁS BARMA

PRÓLOGO: Gladys Abilar

Una vez más Tomás Barna me convoca para prologar un nuevo libro. Gesto que me enorgullece y me distingue. Confiar un trabajo personal para la crítica o el análisis, es de por sí un acto de desprendimiento y generosidad ya que dicha obra será sometida al arbitrio de otra u otras personas cada cual con su mirada y su criterio. En mi caso lo siento como un digno desafío, el de estar a su altura. Conozco la obra completa de Barna, su profundidad, su complejidad y por sobre todo lo auténtico de su entrega. No usa filtros ni eufemismos, es él en primera persona. A esta altura, puedo decir que me siento como un guardián de sus pensamientos.

AMOR: ENERGÍA, FELICIDAD, ÉXTASIS, MISTERIO Y POESÍA, un título justificadamente pretencioso. En otra ocasión me referí a Barna como un escritor desmesurado, -en el mejor sentido del término-, entiéndase esto como riqueza, opulencia, concepto que se compadece con mi referencia a éste título actual y que tan bien defiende el autor desde su lugar de dramaturgo.

A través de este libro abordaremos al hombre y su complejidad universal de ser humano. Y, en este caso a su profusión intelectual, literaria, musical.

Afrontar la obra de Barna es, cuando menos, aceptar el desafío de navegar sus pluralidades ante una diversidad de propuestas que se proyectan en vastos testimonios de vida, tan ancho e infinito es su universo, como se verá.

El comienzo de su título nos indica dónde está puesto el acento, cuál es el núcleo. El Amor, elemento vital, visceral, determinante y definitivo, que marcará los pulsos y latidos de sus días y sus noches. Hay tres notables pilares en este libro sobre los que Barna edifica su vida, a modo de una trilogía, valga la paridad, ellos se presentan: el Amor, la Poesía y la Música.

El texto comienza exaltando uno de esos pilares máximos en su escala de valores, el Amor; intenta definirlo trabajosa y acertadamente para concluir con la frase: “Definir al amor sería una falacia”.

Al igual que la Poesía, para quien intenta variadas disquisiciones, finalmente culmina con la sentencia “Poesía y Amor son las sustancias gemelas que le dan sentido a mi existencia”. Simultáneamente introduce a la mujer hermanándola con ella de modo tal que Poesía es Mujer, y Mujer es Poesía. En base a esta premisa el autor parafrasea a Becker,” ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú.”

 

Esta nueva creación de Barna tiene un fondo musical que invade sutilmente cada resquicio. Quien sabe oír, la oirá de palmo a palmo, y se sorprenderá y gozará con la exquisita selección de temas, autores y movimientos, géneros y subgéneros que atraviesan los tiempos y que sobreviven a la memoria colectiva. Es notable y también llamativo el lenguaje musical que domina Tomás. Con estricto sentido de la ocasión convoca a cada movimiento en su circunstancia perfecta, así un adagio, así un réquiem, así una coda, así violines y trompetas, así la sinfonía. En función de ello me permití imaginar que Barna escribe su propia Ópera, y no una, sino para cada ocasión que así lo amerite. En el proscenio de su vida ubica a  los protagonistas, personas y personajes que han participado de su trayectoria, cada cual con su propio libreto forjado en la amistad y el amor, luego selecciona cuidadosamente la música y echa a rodar toda su fantasía, su ingenio en una explosión de arte y virtuosismo. El resultado no puede ser sino belleza lírica en su punto más alto. El lector se siente partícipe de estos momentos de elevación. Lo puedo asegurar.

Llevado de la mano por su destreza narrativa y descriptiva, la imaginación del lector viaja por diversos escenarios y participa de las conversaciones de los protagonistas gracias al dinamismo, el apasionamiento y el fervor entregados en cada episodio con lo que logra “secuestrar” a quien lo lee. Sumado a los méritos anteriores incorpora una meticulosa selección de las palabras, semejante a la forma en que un pintor escoge los colores con que dará vida a un lienzo, para crear una atmósfera de atractivo encanto.

Su modo de narrar, fluido y rico en imágenes, nos lleva a recorrer caminos sembrados de poesía y prosa poética; se entreveran, se pierde uno en el otro, se fusionan, luego se disocian, y se vuelven a entrelazar. No hay reglas, no hay método, Barna desafía el orden, defiende la libertad, imprime su propio ritmo y color, y el final siempre es un estallido de emociones, amor y belleza. De ahí que su obra es polifónica y polirrítmica; nos convoca a oír diversas voces en sus propios registros sujetas a un torbellino de ritmos que se suceden increscendo y la atmósfera se impregna de espectacularidad.

Barna es un enamorado del amor. Por ello es que dicho sentimiento está fuera del tiempo, y, mientras su pulso siga latiendo, latirá el amor en todo su ser. En virtud de ello revive a sus amores, los clama, los invoca, los urge a volver. Celina regresa una y otra vez a ocupar su pensamiento, a recordarle que cuarenta años no son nada y lo son todo; Norma acude a rescatarlo de una soledad que prometía ser eterna; finalmente Alma del Mar llegó pletórica de juventud, poesía y amor. Ella será por siempre su último latido.

 

La intertextualidad es un recurso muy utilizado en este libro. A través de él el autor consigue resolver situaciones coloquiales y de índole diversa, así como también logra romper la monotonía. Según Gerard Genette este recurso como técnica estilística le permite establecer una relación entre dos textos de manera implícita o explícita, citando a uno dentro de otro. Se puede plasmar con referencias a otros textos de la misma época o de otra, literales o parafraseados, del mismo autor o más comúnmente de otros.

El abordaje del amor sensual-sexual alcanza ribetes insospechados. Tomás sube la apuesta, el pudor no lo detiene, se siente cómodo en ese territorio de pasiones, es su leit motiv. Honra al amor y al sexo desde una tesitura liberal lejos de cualquier puritanismo. Es osado, y se atreve siempre a más. Cultiva la literatura voluptuosa a la manera del Refinado erotismo del granadino y simbolista Isaac Muñoz.

Tanta vida vivida, tantas experiencias atesoradas perfeccionaron su pensamiento acerca de la forma en que, dando existencia por medio de las palabras a universos habitados por personajes complejos, la literatura pone en escena sentimientos, deseos, pasiones y relaciones que resignifican ámbitos físicos y emocionales.

La literatura -en el universo de Bana- es una fuente de energía engendradora de cuerpos y almas que el lenguaje puede darles existencia, infundiéndoles vida mediante el verbo y la retórica.

Retomando la trilogía inicial, concluyo que la mujer es, por excelencia, el númen del poeta, el verbo hecho carne, el fuego que alimenta, la música que dulcifica, el hálito de un respiro, la razón de su vivir.

Tomás Barna es un hombre amable, de modales elegantes y gestos nobles; en él admiro, entre otras cosas, su bonhomía, su elevado concepto de la amistad, su inagotable capacidad de amar, y su irrefrenable necesidad de escribir. Seguro habrán otros libros más.