AUTORA: Gladys Abilar
Según el investigador, profesor Carlos Decaro, existen tres momentos en la vida de Chilecito.
El Primero denominado Famatinaguayo
1-. El significado de Famatina según el Padre Cabrera sería Famatinag o Mamatinac, equivaldría a madre, venero metálico. ((En base a esto el Dr. Lafone Quevedo nos dice: Mamac=madre, Tiy=metal, In o Ina= pluralidad, abundancia)). En este momento de Chilecito aparecen las Tamberías del Inca, de las cuales hablaré más adelante.
El segundo chilecito corresponde a la época de esplendor de la Minería. A fines del S. XIX, principios del XX, es el centro minero más activo del país. Las principales empresas mineras de Europa fijan sus actividades en chilecito y Famatina. Distinguidos geólogos de la Academia de Geología de Alemania estudian el potencial metalífero del Famatina, técnicos ingleses se abocan a la explotación minera y los expertos franceses manejan las fundiciones que aún hoy se pueden apreciar. Oro, plata y cobre eran los objetivos prioritarios de estos tres países ante la inminente guerra de 1914. Fue Chilecito el centro más evolucionado comercialmente de la Provincia. Cuenta con comunicaciones telegráficas y telefónicas, Central Hidroeléctrica, la segunda sucursal del Bco. Nación, el ferrocarril, el transporte aéreo más importante en ese momento como lo fue el Cable Carril Chilecito-La Mejicana, el más largo, más alto, y de mayor costo del mundo. Empresas y capitales se multiplican, comercios, talleres, herrerías, bodegas, incremento de la agricultura y ganadería, áreas de servicio y esparcimiento, clubes sociales, etc. Cuando cesa la actividad minera debido a la gran guerra, todo se interrumpe, comienza el éxodo, se agotan los recursos y una gran depresión agobia a los chileciteños.
Luego viene el tercer Chilecito, el actual, que surge de una dinámica que no se hizo esperar. Pocas décadas después su potencial se deposita en el agro y la industria. El Departamento Chilecito es el más importante en cuanto al desarrollo y productividad. En la década del 60 el gobernador Don Guillermo Iribarren gestiona un plan económico, productivo y cultural. Dicho proyecto dio sus frutos a lo largo de los años, y lo vemos cristalizado en la agroindustria que nos representa, como la plantación de olivos más importante del país, la curtiembre más grande y moderna, el mayor criadero de cerdos, crecimiento de la vitivinicultura logrando la única varietal argentina para vinificar, como es el Torrontés Riojano (Medalla de Oro en París, 2011), mejoras en la nogalicultura, fruticultura, etc. Se crea la Universidad Nacional de Chilecito, Museos, Centros Educativos, un gran proyecto minero que esperamos se concrete con capitales nacionales y con técnicas que no contaminen el medio ambiente y en beneficio de la población. Si no se cumplen dichas garantías el pueblo de La Rioja seguirá resistiendo la embestida de capitales de explotación a cielo abierto probadamente destructivo.
1-A mediados del S.XV, en la conquista expansiva del Inca, parte de la actual Ciudad de Chilecito, en el valle de Antinaco, fue el lugar elegido por Tupac Inca Yupanqui como estratégico centro logístico y administrativo destinado a posibilitar el avance hacia el Sur Oeste del gran imperio del Cuzco. Se convirtió así este centro urbano en la cabecera de la provincia más austral del imperio, uno de los sitios más relevantes construidos por el Tawantinsuyo entre 1470 y 1536 ubicado a 1200 metros sobre nivel del mar, y sobre 16 has entre la Sierra de Famatina y la Cadena de Paimán.
Por estos motivos, las tamberías de Chilecito contaban con todas las áreas operacionales de un centro de estas características, como:
Área urbana amurallada
Residencia jerárquica, sede del curaca
Administración contable
Población estable en edificios diferenciados
Servicios esenciales, agua, provisiones, etc.
Área circundante
Población suburbana, contratada o sometida
Zona productiva, cultivos, cosechas, acopio, etc.
Área laboral
Elaboración de productos, legumbres, harinas, bebidas, charqui, etc.
La palabra Inca proviene del quechua, inka, “rey” o “príncipe”, nombre genérico de los gobernantes cuzqueños, con equivalencia a soberano. Las crónicas identifican al Inca como el gobernante supremo a semejanza de los reyes europeos en la Edad Media. Sin embargo, el cargo era compartido, y el acceso a este no tenía que ver con la herencia al hijo mayor, sino con la elección de los dioses mediante pruebas muy rigurosas, a las que se sometían las aptitudes físicas y morales del pretendiente. Tales pruebas se acompañaban de un complejo ritual a través del cual el Sol nominaba a quien debía asumir el cargo inca. Inti, si estaba de acuerdo, le daba el poder de la lluvia al futuro Inca. El inca era objeto de culto y adoración. Considerado un ser sagrado sacralizaba a su vez todo aquello que entraba en contacto con él. Se consideraba que al morir su destino era morar con su padre, el Sol. La panaca que él había formado al asumir el cargo de inca, debía responsabilizarse del cuidado y culto de su momia, así como de la administración de sus bienes.
Los incas fueron una cultura andina que partiendo como una etnia organizada en un curacazgo cusqueño hacia el siglo XII logró desarrollar una importante civilización que controló casi por completo el sur de la América prehispánica, pues la influencia inca llegó a articular totalmente los actuales territorios del Perú, Bolivia y Ecuador, además del norte de Chile, el noroeste de la Argentina, y sur de Colombia.
En una época difícil de precisar, pero dentro de los tiempos pleistocenos, descendió de la pendiente oriental de las sierras del Famatina, un aluvión de barro que se desplazó hasta el contrafuerte formado por los cerros Paimán-Chilecito, cubriendo primitivos mantos de rodados. Esta invasión de barro se distribuyó en forma de triángulo isósceles, con su vértice orientado hacia el Nevado del Famatina. Sobre este limo fértil desprovisto de piedras y de escasa vegetación se erigió la Tambería. Con inteligente criterio, los naturales eligieron la porción intermedia para la construcción de la ciudad, dejando para tierras de cultivo la porción este y oeste cuyo regadío lo efectuaban dirigiendo sabiamente las aguas de lluvia.
Situadas en un terreno llano, sobre la planicie aluvional del valle, las tamberías del Inca se encontraban circundadas por una muralla de pared externa oblicua -tal como ocurre en numerosas construcciones del Cuzco- que alcanzaba 1.75m de altura.
El muro delimitaba una especie de polígono de 507 m x 410 m, dentro del cual se distribuían construcciones que formaban 40 núcleos de características y dimensiones variables. El núcleo central está representado por un muro de cintura construido con rodados de sección trapezoidal, triangular y rectangular. La sección o espesor de esta pirca es trapezoidal y sobre ésta se podía caminar cómodamente, convirtiéndose así en un camino de ronda o vigilancia. Las techumbres eran de paja, con caída a dos aguas. La más importante de las construcciones perimetrales era el edificio 21, compuesto por dos “canchones” adosados que se hallan casi junto a la entrada de las ruinas y al lado de la muralla, que parecería haber sido la vivienda del personaje principal del asentamiento.
Una estructura excepcional, en forma de montículo, ocupa el centro geométrico del sitio. La altura del montículo era de 1,60 m y allí se alcanzaba el punto más alto de todo el asentamiento. La ubicación de la estructura y sus características arquitectónicas hace suponer que se trata de un ushno representativo de los sitios incaicos. Desde allí, el jefe o curaca impartía las directivas tendientes a la actividad cívico-religiosa y tareas agrícolas. Las instalaciones con ushno más próximas a la Tambería de Chilecito se encuentran al NO a unos 200km, el Shincal y Watungasta, siendo el de Chilecito el más austral del imperio. Además existen restos de acequias y pircas que delimitan zonas para cultivo dentro del recinto. La Tambería de Chilecito, a pesar de estar en un sitio llano, era sin embargo como un escenario, desde donde se podían observar todas las actividades en el Famatina.
Para un imperio tan extenso el apoyo logístico se basa en una red de caminos directos y funcionales. La extensión de los caminos conocidos hasta el momento, en total, entre tramos principales y secundarios superan más de 40.000 km, equivalente a la vuelta al mundo, donde 20.000 km comprenden Argentina, Chile y Bolivia, logrados con inigualable criterio vial. Tanto vías longitudinales como transversales se construían de acuerdo a la topografía siguiendo las partes llanas, los faldeos más fáciles, superando los obstáculos con rampas y taludes, algunos con desagües, amojonados y empedrados.
El Camino del Inca apasiona a los arqueólogos por su peso cultural e histórico. Era una compleja trama vial que atravesaba selvas, desiertos y hasta la Cordillera de los andes. Permitió al Imperio afianzar la penetración de su cosmovisión, la expansión de su lengua quichua y la dominación progresiva de las culturas que encontraban los guerreros a su paso.
El camino del Inca en La Rioja es un angosto sendero de pircas que transcurre con serenidad histórica, corta la ruta transversalmente y se pierde en lo alto del cerro. La mirada queda quieta donde desaparece y es inevitable pensar en todos los seres que por allí pasaron durante los casi cien años que el imperio incaico permaneció en el noroeste argentino, el tráfico de mensajeros que corrían llevando importantes noticias, regidos por un sistema de postas; grandes comitivas con nobles, sacerdotes o señores investidos de gran poder, que traían a los sometidos, a sus sirvientes y a gran cantidad de llamas domesticadas para cargar sus riquezas; también simples campesinos y los mitimae, gente sacada de su lugar de origen y llevada a trabajar a otros lados. Este tramo angosto del camino (no mide más de y metro y medio) es bien visible al estar pircado con un muro de contención. La provincia cuenta con varios tramos de este tesoro arqueológico, que en algunos sectores del valle pueden llegar a medir hasta 7 metros de ancho. Desde el 25 de junio de 2014 el camino del Inca está listado como Patrimonio de la Humanidad.
La radicación de los incas en esta zona encontraría fundamento en el hallazgo del potencial minero que necesitaban para edificar su imperio, el cual se destacaría por sus trabajos en metal. Pueden observarse aquí, además, algunos de los adelantos que los incas aplicaron a la agricultura, resaltando el sofisticado sistema de riego y el cultivo en terrazas, mecanismos que asombraron ampliamente a los españoles, quienes rápidamente se sintieron atraídos por esta región, sus metales y su fertilidad.
Tamberías del Inca es considerado uno de los sitios de arraigo más importante de esta cultura en el sur de su imperio. El mismo se ve perfeccionado con una serie de barriales, producción de tejidos, depósitos (collcas), postas (tambos), fortalezas (pucarás), cerámica de superficie, morteros y otras expresiones de los aborígenes y numerosos santuarios en lo alto de las montañas en donde realizaba sacrificios humanos especialmente de jovencitas y de niños tal como lo demuestran las momias de Llullaillaco.
La calidad y número de investigadores que se interesaron por esta fortificación indígena, habla elocuentemente de su importancia, pero lo que debía ser motivo de justo orgullo para los chileciteños se fue convirtiendo a partir de 1940 en un excelente mercado para la provisión de piedras, de la muralla y los edificios, utilizadas en la construcción del cementerio y del Hotel Nacional de Turismo, actividad que se sigue haciendo hasta el momento, por lo cual las Tamberías del Inca de Chilecito se encuentran muy destruidas. Y como si esto no hiciera suficiente daño, tanto los vecinos como el cementerio continúan avanzando sobre los terrenos de la Tambería. El agua de sus ríos es desviada, el avance urbano invade yacimientos, destruye sitios arqueológicos, el desmonte ha provocado cambios meteorológicos y alterado significativamente el medio ambiente. No era así hace 500 años atrás, antes de la conquista española. A partir de entonces comienza una decadencia que se va acentuando cada vez más al romper la armonía con la naturaleza reflejada en la convivencia de nuestros antepasados con el adecuado uso de los recursos.
Sería bueno que se valorara este sitio tanto como las capillas que también son Monumento Histórico Nacional y que se observan en los alrededores de Chilecito en excelente estado de mantenimiento y conservación.
Durante las excavaciones realizadas no se encontró el menor vestigio de intervenciones europeas, esto permite afirmar que la Tambería fue una pequeña ciudad indígena construida con anterioridad a la llegada de los españoles. Un manto de cenizas, de 10 a 15 cm halladas a una profundidad de 20 cm debajo del nivel actual llevó al arqueólogo Greslebin a conjeturar que la ciudad fue intencionalmente incendiada por sus moradores. Hay varias interpretaciones al respecto. Dentro del campo conceptual, se supone que un cambio del cauce de las aguas habría determinado el abandono de la fortificación, y una peste, una guerra, o simplemente un acto ritual, habría impulsado a los nativos a incendiar la ciudad antes de abandonarla. Otra lectura de los hechos nos dice que las pruebas del incendio observadas en todas las habitaciones más la presencia de vigas y horcones también carbonizados, son argumentos convincentes que nos llevan a aceptar la posibilidad de una destrucción intencional de los techados, por determinación de los feudatarios vecinos, con el propósito de expulsar a los nativos de su hábitat.
La civilización inca se caracterizó por su rápida evolución y vertiginosa expansión. Este fenómeno no se dio en las grandes culturas de la humanidad. Desde Pachacutec a comienzos del S. XV hasta Huayna Capac entrando S. XVI en poco más de 100 años, el inca sorprendió por su organización social, estructura económica, eficacia administrativa, hegemonía política y logística militar.
Son evidentes los indicios de laboreos mineros en el Norte, Catamarca, La Rioja, San Juan, Coquimbo y aledaños. Otro motivo de la expansión hacia el noroeste pudo haber sido la actividad religiosa en su relación cultural con el Dios Inti. Las elevadas cumbres de nuestras montañas ofrecían un sitio especial para santuarios de altura donde la proximidad con su divinidad máxima era lo más adecuado para las ofrendas y sacrificios humanos, especialmente de párvulos. Las pequeñas momias y ofrendas sustitutas son uno de los eventos arqueológicos más importantes de los últimos tiempos.
El legado cultural de los Incas ha sido muy valioso para nuestra sociedad, ellos nos dejaron nuestras más auténticas y originales fiestas populares como la Chaya y el Tinkunaco que hoy nos identifican culturalmente a los riojanos. Su fina alfarería, sus rituales, sus creencias religiosas, su economía posibilitan crear conciencia sobre la importancia de la cultura incaica cuya influencia fue determinante en el perfil cultural que hoy exhibe la provincia.
Veamos Chilecito como punto austral de apoyo a esta cultura; fue fundada el 19 de febrero de 1715 por el colonizador español Domingo de Castro y Bazán con el nombre de Villa Santa Rita, que luego fue cambiado por Villa Argentina y posteriormente “Chilecito”, basado en el nombre aborigen de la región Chileoito o Chiloe que significa ‘tierra roja’ o ‘de color rojo’ (zona de los Colorados, cuya coloración se debe a los depósitos de sedimentos con un alto contenido de óxido de hierro). Versiones posteriores indican que el nombre tiene relación con la República de Chile dada la cantidad de mineros de dicho país que arribaron para poblar la zona y trabajar el oro del cerro Famatina. De acuerdo a los Archivos de La Nación, se encontraron escritos de 1700 donde se menciona la región bajo el nombre Puerta de Chile, lo que da la pauta de que este nombre ya estaba instalado desde la época de la colonia.
Otra fuente de información nos indica que la palabra Chilecito deriva del Aimará Chill que significa “confín del mundo”, o zona alta. Su equivalente en quechua es “Chiri” y también “Chill”, “frío” (chuy=frío).
No se sabe, hasta ese momento, cómo se llamaban a sí mismos los pueblos que invadieron y conquistaron los incas a partir del año 1480, a lo largo de los Andes, en la franja territorial que se extendía entre el sur de la actual provincia de Salta y norte de la de San Juan. Los incas les llamaron “diaguitas o yuguitas”, es decir “serranos” o “gente que habita los valles”. Dentro de este extenso territorio se encontraban distintos pueblos que hablaban el kakán, nombre de la lengua de los diaguitas, que también impusieron los incas. Entre los diaguitas se encontraban los calchaquíes, cuyo significado es: “indios alzados, muy bravos”.
En la provincia de La Rioja se encontraban los capayanes, que eran diaguitas a los que se llamaba así porque estaban a orillas del “capañam” o “camino del inca”. (((Se ubicaban en el oeste riojano y los más conocidos eran los famatina, cuyos pueblos estaban en el valle del mismo nombre y en el que ahora ocupa Chilecito. Después del Gran alzamiento Calchaquí (1630-1636) varios pueblos fueron “desnaturalizados” del oeste catamarqueño y reducidos en el territorio de loa capayanes. Así nacieron otros pueblos, como el de Malligasta, que se formó con la llegada de los indios malli, que tenían asiento en aquella provincia.
Entre los capayanes también se encontraban los anguinanos, cuyo asiento principal era el pueblo de Anguinán (Chilecito) y los vichigasta, en el mismo departamento, que tenían su principal asentamiento en el pueblo que hoy lleva el mismo nombre.)))
Desarrollados, inteligentes y belicosos, los Diaguitas fueron el pueblo que más se resistió a la conquista española y de los incas.
No debemos olvidar que los Incas fueron los artífices de una de las mayores civilizaciones que se desarrollaron sobre el altiplano andino entre los siglos XV y el XVI legándonos una cultura que nos enriquece día a día.