NO ESTOY MUERTO, SÓLO TENGO CATALEPSIA

AUTOR: Tomás Barna

PRÓLOGO: Gladys Abilar

Querido Tomás. Como entusiasta lectora de tu inacabable obra literaria he decidido escribir este prólogo motivada por la inquietud que ha despertado en mí el tema en cuestión, sumado al hecho de que, como no podía ser de otra manera, lo enmarcaste en el grotesco y jugaste con la sátira logrando un perfecto equilibrio. Nunca antes me habían propuesto prologar a un cataléptico, pero acepto el desafío. Desafío que sólo puede provenir de una mente traviesa como la tuya, que esconde laberintos de juegos y convites pletóricos de Vida, Amor, y Picardía aunque en ésta ocasión lo hagas enfundado en un ataúd. Paradójico, no?

 

“…imaginación plena de dinámica, vuelo metafísico, humor suspenso, ardor dionisíaco, pinceladas de delirios con acentos poéticos y otras peculiaridades muy mías”.

Nadie podría definir ésta obra, en pocas palabras, mejor que su propio autor.

 

Tomás Barna no termina de sorprendernos. Munido de una extravagante imaginación se nos presenta cataléptico, yaciente en un frío sarcófago donde descansa su paralizada humanidad.  Es que, con él nunca se sabe. Cuando creíamos que estaba todo dicho, nos sorprende con una entrega perturbadora, mezcla de sátira y grotesco con trazos de humor negro, introduciéndonos en el territorio del suspenso.

El dilema que atraviesa la Literatura universal y la filosofía desde tiempos remotos ante el momento exacto de la muerte, sigue siendo un gran enigma. El tratamiento de la catalepsia data de tiempos remotos, desde Plinio el Viejo con La Historia Natural, la Florida de Apuleyo y, Hechos y Dichos memorables de Valerio el Máximo que recogen historias de muertos aparentes y proezas médicas para revivirlos, hasta García Hamilton y su cuento Destino cuyos tópicos centrales son la muerte y la figura del “muerto vivo” donde aborda la catalepsia como enfermedad o fenómeno sobrenatural existente en la literatura y en el cine del siglo XX, por citar algunos referentes.  Edgar Alan Poe – mórbido cultivador de la literatura de terror y maestro del género- le puso definición al perpetuo miedo del ser humano y decretó a la catalepsia como la causa principal de los entierros anticipados de su época. Sus cuentos son paradigmáticos, sólo recordar La caída de la casa Usher, El entierro prematuro, Berenice, los cuales nos sumergen en una atmósfera de misterio y suspenso a partir de virulentos episodios de catalepsia. No podría obviar nuestro propio caso, el de Rufina Cambaceres, la joven de 19 años que fuera enterrada viva en 1903. Barna se suma a la lista de quienes bucean las oscuras e inciertas aguas donde la Vida se calza su trabaje de Muerte y juega la pulseada más grande de toda su existencia. Con gravedad y circunstancia, y a la vez con marcado tono satírico nos relata en primera persona sus vivencias minuto a minuto desde su obligado e irreverente encierro donde yace monologando en medio de una absurda soledad (sic). Así vemos desfilar por su velatorio una galería de personajes, todos ellos caros al sentimiento de Tomás. Unos y otros van dejando a modo de epitafio, algún mensaje, una nota de humor siempre latente o las remembranzas afectuosas entorno a un gozoso y añorado tiempo que se ha ido.

*Y mi alma, arrodillada al lado de mi cuerpo.

¡Qué fría es la muerte!

 

El hecho de que Barna proponga como subtítulo “Grotesco en Fa Mayor” no es casual, además de ser un gran acierto confirma la premisa de que estamos ante un notable  cultor del género musical. Un exquisito melómano que nos regala sublimes momentos de esparcimiento melodioso. “La Noche Transfigurada”, de Arnold Schönberg, cumple al detalle los requerimientos del autor, cuyas disonancias sugerentes coinciden con los pasos disonantes de seres que se desplazan en su cercanía. En otro pasaje, mientras se va adormeciendo percibe los arpegios de la música fúnebre de Sigfrido como si fuera un presente de Wagner en un adiós jubiloso. Ante el anhelo acongojado de su amigo Federico que intenta arrebatarlo de las garras de la muerte, Tomás se refugia en el Réquiem de Verdi, -no es Mozart el elegido en esta ocasión. Quizá porque necesita la dinámica de voces para un despertar vivificante, la percusión fusionándose con la orquesta en un aquelarre musical semejante a fantásticos gritos de gloria (sic). Casi al final de la perturbadora experiencia convoca a su venerado Mahler quien acude en su rescate con la Sinfonía N°1  en Re Mayor cuando ya casi ha pisado el umbral de la muerte.

 

Si bien Barna se mete en un terreno complejo al abordar una nouvelle desde la catalepsia, sabe cómo hacerlo sin perder el hilo conductor que la convierte en una jugosa sátira, o un grotesco en fa mayor, sin caer en las oscuridades tenebrosas del género de la novela negra con el cual coquetea sin retaceos. Juega permanentemente sobre el límite, se mueve  entre luces y sombras mientras va tejiendo su propia historia con los hilos mágicos de una fina percepción.

 

*Mi alma estaba triste, muy triste; quería llorar y no podía. ¡Ay! no tenía ojos. ¡Mis ojos! ¡Devolvedme mis ojos! ¿Sabéis lo que es querer llorar y no tener ojos?…

 

Hay gran teatralidad en “No estoy Muerto, sólo tengo catalepsia” que se condice con la naturaleza del autor. El lector se convierte en espectador de una obra que parece trascender la página escrita para volverse íntegramente visual e instalarse sobre el escenario de un teatro, y Barna, gran actor-protagonista de la tragicomedia de su vida, interpreta con holgada eficacia su propio libreto, sin descuidar una cuota de vital humor ácido. Ay!, como preferiría “apoliyar de parado” en una celda estrecha, antes de continuar ofreciendo este espectáculo grotesco…

Vuelvo a lo grotesco, que es donde mejor se enmarca ésta nouvelle. Sabemos que el arte se manifiesta de maneras diversas, tales como la representación de una realidad distorsionada cual si se viera a través de una lente ondulada y gruesa. Bajo este concepto podemos citar las novelas de François Rabelais o Jonathan Swift, los relatos de Hoffman, Joyce Carol Oates, Kafka, Bernhard etc. Pavis sostiene que lo grotesco está considerado como «la deformación significante de una forma conocida y reconocida como norma». Barna se desempeña como un prestidigitador de las emociones, la realidad y la fantasía. Luego, el aspecto psicológico juega un papel imprescindible, ya que lo grotesco resulta de la manera de cómo nos relacionamos con la realidad y el resultado será el reflejo de nuestros juicios de valor.  El mundo que nos rodea alimenta nuestra imaginación con una extensa variedad de elementos e impulsos. Como dice Jerez Farrán Ningún tipo de arte nace ex nihilo.

En diversos aspectos del desarrollo de la nouvelle, Barna siente in crescendo una angustia vital y la visión del mundo se vuelve más desesperada. Así como en otras etapas el bienestar le hace olvidar todo lo que revela la risa desfigurada de lo grotesco, ya que éste no se mueve sólo entre lo trágico y lo cómico como sostienen muchos estudiosos del género; esto sería una simplificación que empobrecería injustamente el atributo que lo sostiene desde tiempos remotos: la ambigüedad. Es por eso que Barna, con su trazo idóneo, no lo asocia exclusivamente con lo angustioso, lo demoníaco o lo delirante. Tiene muy en claro que se trata de un modo de expresión artística que radica en la deformación de la realidad aunque no necesariamente tenga que haber una deformación física sino más bien, una distorsión anímica o de percepción.

Hoy, aunque los casos de catalepsia sean escasos y la ciencia se asegure de ratificar por completo la muerte, ser enterrado vivo es una de las peores pesadillas que el ser humano pueda tener.

Cuando ya todos están preparados para despedir a Tomás, entre lágrimas, lamentos, sollozos, cuchicheos, aparece su amigo Luis Alposta, provisto de sus múltiples artilugios, y lo vuelve a la vida entre coros, trompetas y timbales de un magestuoso Aleluya de Haendel.

Ahora que siento la vida, de nuevo en mi cuerpo, pienso que si pudiera elegir mi muerte… lo haría escuchándola cantar a Thamar adorada, a media voz – con su estilo destilando fraseos refulgentes de afinación, sensualidad, y a la vez ternura.(sic)

Mientras tanto, Alma del Mar es la sombra luminosa que atraviesa la nouvelle como una flecha de Cupido, más allá de la Vida, más allá de la Muerte.

 

 

 

 

*Carlos Días Dufóo – Méjico