CUENTOS DE MALAQUITA

AUTORA: Silvia Long Ohni

PRÓLOGO: Gladys Abilar

Tengo el inmenso placer de presentar a una destacada escritora y entrañable amiga, autora de una prolífica obra que abarca diversos géneros y que fue traducida a varios idiomas: Silvia Long Ohni. Esta mujer, menuda y de ineludible-impostergable-imprescindible carácter ha forjado su perfil de escritora bajo la guía de figuras de la talla de Syria Poletti y Leopoldo Marechal, entre otros.

Estamos presentando su última creación, “Cuentos de Malaquita”, un libro de rica factura, que es para niños, pero también es para grandes. Que es para grandes, pero también es para niños. Pues, qué importa ese detalle si de una gran obra se trata y que la puede leer cualquiera sin riesgo de ser defraudado. Consecuente con el criterio de la autora quien advierte que, en su concepto, la “literatura infantil”, como categoría autónoma, no existe. Según Kirsten Boie, Premio Alemán de Literatura Juvenil, cada vez son más difusas las fronteras que separan la literatura para niños y jóvenes y aquella para adultos. Se han conquistado espacios del ámbito literario adulto lo que ha redundado a favor de la literatura para los más pequeños permitiendo su crecimiento. Lo importante es evaluar y respetar el horizonte de los lectores. Eso no significa darle menos que a los adultos. Pero se les ofrecen otros textos con otras exigencias y otras posibilidades sin caer jamás en la subestimación.

Por otra parte, Bertha Bilbao Richter, destaca la importancia de los textos ficcionales dinamizadores de la imaginación y de la fantasía, pero así también de los procesos cognitivos y lingüísticos.

Ahora bien, estamos ante la presencia de una escritora de enorme potencia narrativa, y consagrada y premiada obra poética. Con una prosa impecable, una imaginación floreciente como regada con agua de lluvia, Silvia va tejiendo esta madeja de cuentos notables que ella clasifica con original criterio en Fantásticos, Maravillosos, Realistas, Futboleros y Disparatados.

Long Ohni escribe con ternura, piensa y siente con ternura. A la vez, plantea situaciones dramáticas y utiliza personajes que luchan por la dignidad sin caer en la violencia o la frustración. Hay equilibrio en las emociones. Desde la tristeza a la alegría se abre un campo sembrado de inquietudes y sentimientos que la autora maneja con excepcional criterio lúdico. Percibimos en sus cuentos cascadas de imágenes, sonidos, texturas, olores y sabores. Los temas que aborda, en su mayoría, son los cotidianos o populares, con los cuales nos podemos identificar. Sin caer en estereotipos ni dogmatismos sus narraciones invitan a la reflexión, la concientización, la compasión, la vuelta a los valores primarios y éticos. Y sobre todo a la diversión.

En Cuentos de Malaquita encontramos historias de hondo tenor emotivo como el del perro Braulio, me conmovió profundamente, por el trabajo desesperado de ese animal cautivo en una hoja de papel, por desprenderse de la misma y volver junto a su amo. O Crispín el espantapájaros abandonado en un campo inhóspito que sufre la pena de ser ignorado, denostado sin poder mostrar al mundo el caudal de amor que alberga en su corazón. Pero como nuestra autora tiene la varita mágica, siempre encuentra un niño que hace posible el milagro.

Sus cuentos tienen magia, espíritu inquieto (como la autora), picardía, son emotivos y disparatados. A través de ellos Silvia reivindica el valor del propio ser ante la tentación de portar disfraces de identidad ajena, tan natural de estos tiempos. En el cuento Vida de perro, con la magia de un río que habla, nos demuestra lo antedicho. O “Las narices” que prioriza la virtud de la honestidad a los vicios del cuerpo. El valor de la palabra, otro pilar de la conducta humana, se ve reflejado en el cuento “La promesa de Miranda”, a través de una sencilla y paradigmática narración se reordenan,  revalorizan y decantan los buenos y malos sentimientos tales como el repudio, la mentira por un lado, la gratitud, el arrepentimiento, la solidaridad por otro, en pos de alcanzar la grandeza. Y un tributo al amor lo vemos en el cuento “El mejor de los tres”, donde reinan los sentimientos sobre los bienes materiales a través de una narración esmerada que nos muestra la lucha de tres hermanos por ganar el corazón de una princesa. A punto de lograrlo anteponiendo el factor material, nuestra autora saca el as de la manga y nos sorprende con un giro insospechado. Otro tributo al amor lo encontramos en “Frida la niña gigante”, una ternura de principio a fin. La magia del amor logra revertir un proceso de segregación que lastima a Frida y su familia. Un ejemplo más de que, quien siembra amor, cosecha amor.

Como vemos es un libro capaz de robar tanto una sonrisa como una lágrima.

 Al mejor estilo de la literatura alemana Silvia utiliza formas literarias propias de la literatura para adultos. Hay una aproximación a la criteriosa Cornelia Funke cuya literatura colmada de fantasía, suspenso y aventuras se ancla en la eterna lucha entre el bien y el mal y establece entre las peripecias de los protagonistas una celebración y tributo  al poder evocativo de la imaginación y la creación literaria. Traigo a colación el cuento de Caperucita verde. Cuál es la consigna, lograr el gozo de la lectura donde niños y adolescentes se sientan protagonistas de múltiples y excitantes sucesos.

Long Ohni utiliza un estilo de narración que abarca un amplio rango, desde el clásico tradicional, al moderno permitiéndose  navegar las aguas del realismo y surrealismo. No está ausente la narración moderna en primera persona –característica de la literatura para adultos-  tanto como el monólogo interior, el collage y la  teoría psicológica enfocada a la búsqueda de la personalidad de los mismos personajes.

Lo interesante de “Cuentos de Malaquita” es que su autora logra alcanzar una cosmovisión infantojuvenil muy bien definida, pero sin someterse a ella.

Al igual que Peter Hartling, Silvia desmenuza las experiencias de niños y jóvenes desde la misma perspectiva de ellos. Y lo hace con léxico idóneo y sencillez poética, sin que los textos se sientan artificiales o forzados. Los cuentos no pierden credibilidad y conservan en todo momento el tono necesario para que el interés no decaiga.

Silvia Long Ohni ha trabajado los textos que componen este libro con la ductilidad de un artesano; son cuentos de orfebrería.

En este compendio de variadas propuestas encontramos cuentos onomatopéyicos, que sin necesidad de que el personaje emita sonido alguno, es tan precisa la descripción, que el lector intuye los sonidos, vislumbra el paisaje y saborea el alimento. Es el caso, por ejemplo, de Tutumbo, el pequeño dinosaurio que encuentra un niño en el Parque Talampaya, que sólo se alimenta de miel, y que Silvia me lo dedica con gran acierto para mis emociones.

Los animales marcan fuerte presencia en interacción con los niños lo que le da al libro una dinámica muy particular, sorprendente, ingenua, disparatada y determinan un punto de inflexión entre lo real y lo fantástico. Long Ohni maneja el arte de unificar los planos de la realidad y la fantasía, entra y sale de uno a otro con ductilidad haciendo creíble hasta lo increíble.

Con su mejor sentido del humor nos introduce en el capítulo de “Cuentos Disparatados” cuyas ocurrencias expresadas con palabras desopilantes caen en nuestros oídos como burbujas de cosquillas. Leer “Una semana con la abuela”.

 

“Y así, mientras tanto, entre la fantasía y la realidad sucede la vida”.