AUTORA: Carmen Escalada
PRÓLOGO: Gladys Abilar
Este poemario, donde la memoria es el eje fundacional, representa el esfuerzo intelectual de Carmen para revelar más que el pensamiento, un sentir. Exhibir los sentimientos a través de la poesía sugiere un gran desafío, porque cuando se habla en clave de poema no hay personajes, sólo personas. Para ello es preciso despojarse del pudor que suele atemperar el mensaje, y así nuestra poeta nos habla con el corazón a la intemperie. Y cuando se desnuda el alma la luz del entendimiento nos privilegia.
“Porque no tienen memoria los espejos”, es más que un título, es una historia, es un desgarro, un nacer y morir, casi un estertor que se arranca a sí mismo de las entrañas de una vida plena y amorosa, con sus grises, sus claros y sus oscuros.
En su incesante devenir, Carmen ha fecundado caminos, auroras y atardeceres, se ha enredado con los vientos tehuelches, y ha abrazado a sus desamparados en la memoria viva de su padre. “Porque no tienen memoria los espejos”, un título que sugiere años de transitar rumbos ciertos e inciertos, con las tonalidades propia de la vida, según sea la alegría, según sea la tristeza. Han teñido sus días, verdes primaveras y cobrizos otoños, para morir en sepia tal como lo demanda el destino cuando los años se nos trepan con rigor de siglos. Carmen, siempre activa en su rol de mujer hacedora, comprometida y generosa, honra al amor, como una liturgia, cuando dice:
A veces el amor no alcanza
si no hay amor que lo reciba.
….A veces creemos ser felices.
Pero el espejo se apaga,
y caen las máscaras.
Hay otra mirada de la autora que habla de soles apagados, de sombras marchitas, desgarros del tiempo sobre la piel y el alma, y aún así embebidos de una belleza inmarcesible.
La poeta indaga en la memoria y la enfrenta al espejo intimándola a desenterrar de sus vísceras los juegos perversos del olvido.
No puedo recordar
mis otras caras.
No puedo recordar
mis vientres abultados.
……..
Porque mi vida es
un viejo espejo ennegrecido,
y porque no tienen
memoria los espejos.
El tiempo, ese verdugo implacable que irremediablemente se nos escurre, cumple con su misión sin concesiones. En el constante devenir del presente al pasado, Carmen se busca denodadamente en las lunas sarcásticas de los espejos, para no encontrarse en ninguna. Sólo “recuperar las máscaras”.
Su piel sembrada de nostalgias, tiene el brillo ancestral del trashumante, por eso habla desde el germen de la vida. En su mirada calma, profunda, se acurrucan los secretos de la felicidad y también los interrogantes que aún no hallan respuesta. En su aliento, el galope de los siglos tatuados en arena y viento.
Tiene, esta mujer infinita, la belleza que otorga el haber vivido por y para el Amor. Carmen modela su poesía con las manos de la madre-esposa-abuela que amasa, cocina y huele a canela, tomillo, laurel. El amor que despliega en la cocina, donde abraza a sus seres queridos, se derrama en sus poemas en una amalgama de sabores y bienestar compartido. Sus coplas, género que aborda con idoneidad, hablan de ello.
“Porque no tienen memoria los espejos” es la perpetua búsqueda del ser, de sí misma, un recurrente desconocerse, un escudriñar entre las barbas del tiempo, para nunca saber
“…quienes fuimos, que hicimos/y cual fue en realidad/nuestro pasado.”
Carmen, mujer poesía, mujer amor, se enfrenta al poema y hurga en él, hasta el hueso y aunque duela, y en esa búsqueda nos sumerge en la belleza de su lírica, como esta metáfora que dice: “La noche es un abrazo que amortaja los sueños.”
La poeta se atreve a dragar las profundidades del dolor y la nostalgia, cuando dice frente al espejo: “/y allí está la mujer…,/ataviada de años, de sueños y de penas. Más allá de su búsqueda incesante, la felicidad se materializa en un puñado de retoños que pueblan sus días.
En la segunda parte de éste libro Gabriela Sigal Escalada nos obsequia su poesía joven en un compendio de poemas que emanan un raudal de sentimientos, donde se revelan sus emociones, donde se enjuga sus lágrimas. Gabriela es Veterinaria, consecuente con ese metiere nos muestra su costado más sensible en los poemas dedicados a sus mascotas en sendas y conmovedoras despedidas, a Simba I y Simba II, versifica sobre la agonía desde su propia herida. En otro, Olvido II recurre a un divertido y logrado juego de palabras cerrando en sólo cuatro versos la metáfora del olvido. Niña Patagónica, dice: “Sus ojos observaron lontananza/ y pensó si su lugar sería el desierto”, delicado poema que emana dulzura y a la vez incertidumbre y un necesario regreso a sus orígenes. Variados temas son objeto de su inspiración.
La poesía de Gabriela se autodefine por un estilo y coloratura de gran singularidad.
Finalmente, la lectura de “Porque no tienen memoria los espejos”, de Carmen Escalada, es un viaje al país de la belleza, y la belleza reside, justamente, en el coraje de haber escrito estos versos con el corazón a la intemperie.